En el reciente sismo que ocurrió el 10 de mayo a las 22:20, con epicentro en la Ciudad de México, muchos se preguntaron por qué no sonó la alerta sísmica. La respuesta radica en las limitaciones del sistema de alerta sísmica y la rapidez con la que las ondas sísmicas se propagan.
El sistema de alerta sísmica se ha implementado con el propósito de detectar tempranamente las ondas sísmicas generadas por un terremoto y enviar una señal de alerta a las áreas afectadas antes de que las ondas más destructivas lleguen. Sin embargo, cuando el epicentro del temblor se encuentra dentro de la Ciudad de México, las ondas sísmicas viajan a una velocidad tal que no permiten al sistema de alerta sísmica detectarlas y transmitir la señal de alerta con la suficiente antelación.
Las ondas sísmicas se propagan a través de la Tierra a diferentes velocidades, dependiendo de las características del terreno. Estas ondas pueden ser divididas en dos tipos principales: las ondas primarias (P) y las ondas secundarias (S). Las ondas P son las primeras en llegar y son capaces de viajar a través de sólidos, líquidos y gases. Las ondas S, por su parte, llegan un poco más tarde y solo pueden propagarse a través de materiales sólidos.
En el caso de un sismo con epicentro en la Ciudad de México, las ondas sísmicas recorren distancias relativamente cortas desde el epicentro hasta las áreas cercanas debido a la proximidad geográfica. Esto significa que el tiempo que tardan en llegar es muy reducido, lo que dificulta su detección y la emisión de una alerta sísmica efectiva.
El sistema de alerta sísmica necesita cierto tiempo para detectar las ondas sísmicas, procesar la información y enviar la señal de alerta a través de diversos medios, como alarmas sonoras y mensajes de texto en teléfonos móviles. Cuando el epicentro se encuentra dentro de la Ciudad de México, este tiempo es insuficiente para que la alerta sea emitida antes de que las ondas sísmicas lleguen a la ciudad.