¿Por qué Riquelme está siempre molesto?

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-Nota de opinión-

Afirmar que Juan Román Riquelme, presidente de Boca, pasa la mayoría de las horas del día molesto es hablar sin fundamentos. No sabemos si es real o no, pero en este escenario y guiándonos por sus apariciones públicas, parece siempre molesto.

Últimamente, el máximo dirigente del Xeneize accede a entrevistas en las que rápidamente cae en lugares comunes, se fastidia y responde lo que él quiere para mostrar que tiene siempre el control, que nadie lo desestabilizará ante una pregunta incómoda.

Pareciera que sufre a la hora de justificar, explicar, compartir las buenas y malas de Boca. No puede hacer una reflexión sin pasar alguna factura, sin mandar indirectas, sin desafiar más allá de la razón.

Román no es ningún santo, conoce bien el mundillo del fútbol argentino, pero no por eso es lo opuesto. Aunque, en ese gris, se expone innecesariamente a que por ejemplo un extraño le grite ‘amargo’ en un aeropuerto.

Es que cae en la ‘chiquita’. Le responde enojado a los periodistas por barbaridades que circulan en redes sociales como si ellos fueran los responsables. “Que con Consejo del mate, que nunca hablan de esto, o de lo otro”, generando un clima raro.

En este escenario es que además, Román pide reconocimiento por su gestión todo el tiempo. Una gestión que está siendo exitosa en términos de economía y no de resultados, algo que se la pasaba menospreciando cuando hacía campaña.

No se le pide al presidente que salga sonriente, y haga chistes en las intervenciones públicas, pero si se le pide que vea más allá, que no caiga en la chiquita, porque Boca es enorme y ello crea mal clima. Un mal clima que deriva en mala energía.

Su forma solo gusta a quienes lo votaron. Siquiera a los socios que no lo votaron. Debe gobernar para quienes lo votaron y para quienes. Mucho menos gusta a los rivales de Boca y hoy por hoy, esa empatía y simaptía que había por Boca cuando salía a jugar afuera, se perdió.

Permitir que al presidente de la Nación se lo increpe en su club cuando iba a votar, es inadmisible. Porque bastaba con pedir respeto a su gente para evitarlo. Dividir al club en términos de ídolos, cargando contra Martín Palermo, es otro asterisco. Echar a Battaglia, el más ganador de la historia, como lo hizo, lamentable. Cargar contra Macri, el presidente más ganador de la historia del fútbol, poco inteligente.

Haber sentenciado que los torneos locales no valen, que solo vale la Libertadores, y no haberla ganado, le pesa. Le pesan todos los errores que cometió en el camino y que son consecuencia de este Boca actual, que cumplirá dos años sin títulos y al que le suceden cosas insólitas, como mandar tarde una lista de buena fe.

Y, en lugar de salir a exponer que cometió errores, que no se las sabe todas como todo ser humano, y que no solo él falla sino que aquellos a los que contrató para determinadas áreas del club lo hacen, en lugar de humanizar, va al choque.

Él dice que es feliz, que vive adentro del club, que es su casa, que es un sueño, un privilegio, lo mejor que le pasó. Sin embargo, a juzgar por cómo se mueve, habla y demás, no pareciera ser tan cierto ello.

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