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Hoy en día Randy Arozarena no solo es uno de los mejores peloteros en el béisbol de las Grandes Ligas, sino también uno de los más carismáticos y que más hace click con los aficionados al rey de los deportes, sin embargo, el camino del mexicano nacido en Cuba no fue nada sencillo y las ganas de sacar adelante a su familia han sido el gran motor para trascender.
En una entrevista para GQ México tras ser nombrado uno de los Hombres del Año, el jugador de los Tampa Bay Rays relató el paso a paso de su historia: “Comencé jugando fútbol, era delantero y metía muchos goles, pero un día el entrenador de pelota le pidió alumnos al de fútbol para hacer su selección. Yo fui uno de ellos y desde chiquitico empecé a jugar bien. Representé a mi pueblito, después a mi municipio y mi provincia. Aunque empecé a agarrarle amor al beisbol, no me resignaba a despegarme del fútbol. Yo jugaba sin zapatos. Jugábamos sin catcher. Cuando comencé yo jugaba segunda base, bateaba y corría mucho”.
Uno de los golpes más duros en la vida de Randy fue haber perdido a su padre en medio de uno de sus partidos: “Perdí a mi papá en unos playoffs. Me fue a ver ese día jugar y estando en la grada falleció. En la tarde, mi papá fue a casa de unas amistades, comió mariscos y se empezó a sentir mal. Murió intoxicado”.
La ausencia de su padre se convirtió en el gran detonante para que Arozarena buscara salir de la isla para darle un mejor futuro a toda su familia: “Como el hijo mayor, con 19 años, tuve que convertirme en el padre de mis hermanos. Sentí que me iba a jugar la vida por mi familia. Siempre uno puede exponer la vida, pero ese es mi primer momento de estar consciente de que realmente me la estaba jugando. Y fue entonces que me escapé de Cuba”.
“Nos fuimos al monte escondiéndonos de la policía y nos subimos a la lancha. Me fui a las tres de la mañana y, poco a poco, las condiciones se fueron poniendo peores. A pesar de eso, me quedé dormido mucho tiempo. Mi brazo tocaba literalmente el agua y había olas como de cinco metros. La parte delantera del bote se rompió y sentías que cualquier ola te podía sacar del bote. Se pasaba feo. Nueve horas después, a las 12 del día, llegué a Isla Mujeres y ahí comenzó mi nueva historia en México”, narró el toletero de la Gran Carpa.
El ídolo en el Clásico Mundial de este 2023 tuvo las tentaciones cerca pero nunca perdió de vista su objetivo: “Mientras jugaba en la Liga Meridiana, iba a antros y después a jugar. Me di cuenta de que eso no me iba a llevar a ningún lado. Llegué a México con un objetivo: ayudar a mi familia”.