* La firma de Nicolás Flórez Parra
Nacer con el bichito de la competitividad es un lío. “Tranquilo, que es solo un juego” o “perder es ganar un poco” son frases perfectas para sacar de quicio a los que nos tomamos hasta un ‘piedra, papel o tijera’ con toda la seriedad. Ahora, sí se trata de ganar, pero no de cualquier manera. Las conductas antideportivas nos resultan un asco. Por eso y otras razones hay que celebrar el descenso de Atlético Huila.
No es una opinión en contra de la afición, que no es más que otra víctima, sino de una crítica directa contra el juego sucio y la deshonestidad. El reciente acto en el que un recogebolas de ese equipo tiró una pelota al campo para evitar un gol de La Equidad es claramente reprochable. No obstante, más repugnante resulta la actitud institucional que asumió el cuadro opita para “afrontar” la situación.
“Afrontar”, entre comillas, porque lo que en realidad han hecho es lavarse las manos. El recogebolas que hoy ha quedado con una imagen de tramposo que lo perseguirá de aquí en adelante fue identificado como Luis Amaya. Se trata de un jugador de las divisiones inferiores que no es más que otro afectado por todo esto. El club emitió un comunicado en el que le echó toda el agua sucia al chico.
La jugada les salió mal. La resolución 067 de 2023 del Comité Disciplinario del Campeonato de Dimayor dejó en total evidencia a Atlético Huila. No solamente aplicaron la mayor sanción económica para este tipo de triquiñuelas, sino que la sobrepasaron con agravantes por conducta reiterada, pues tenían dos antecedentes este mismo año por la misma razón. Un actuar institucionalizado. Y todavía tienen jeta para justificar en su comunicado que ese tipo de acciones no representan sus valores y que tomarán acciones correctivas. Sí, cómo no…
Pero no les bastó con eso. El recogebolas concedió una entrevista en El VBar de Caracol Radio en la que explicó lo que ocurrió y, claro, asumió la responsabilidad. Evidentemente, se trató de otra maniobra del club por intentar limpiar su imagen a costa de la del personaje. Amaya accedió con todo gusto; después de todo, como él mismo contó, no recibió ningún castigo y atendió el diálogo con el citado medio cagado de la risa, igual que en el momento en el que el árbitro lo expulsó. Una vergüenza.
Red+ reveló que este caso ha llegado a FIFA para su estudio. Actualmente no existe una sanción que el árbitro pueda aplicar ante estas situaciones, más que expulsar a quien las cometió. Lo cierto es que el equipo que ha sido afectado queda con esa impotencia y frustración de no poder hacer nada por recuperar una acción de juego que pudo significar un mejor resultado. Se dice que esto podría derivar en una nueva norma para conceder penalti o un tiro libre indirecto dentro del área.
La situación de la que se ha hablado hasta ahora, que como se dijo es reiterativa, se suma a otras. Solamente unos días atrás, Atlético Huila visitó a Millonarios en Bogotá y estuvo a punto de sacar un empate a punta de marrulla. Un gol de Andrés Llinás en la última jugada hizo justicia para que el Embajador ganara 2-1. La reacción de Diego Corredor, director técnico del equipo huilense, fue quejarse en la rueda de prensa porque el árbitro había dado más tiempo en la adición. Ya en la entrada anterior nos encargamos de desenmascarlo. Jeta, hay que tener jeta.
Por último, y no menos importante, están los asuntos de rendimiento y logística. Un equipo que hoy tiene menos de un punto en promedio por partido jugado no es solamente una vergüenza para su gente, sino que es un estorbo para la competición. Además, ir a jugar a Neiva es un verdadero martirio para futbolistas profesionales entre un estadio en obra gris y una cancha en pésimo estado que la administración municipal no ha querido arreglar. El fútbol colombiano debe celebrar cuando se confirme el descenso de Atlético Huila. ¡Traigan la champaña y levanten las copas, que invito yo!
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