* La firma de Nicolás Flórez Parra
Lo que se ha visto en la reciente final de la Copa BetPlay Dimayor 2023 revalida una de las mayores desgracias que tiene el fútbol colombiano. El arbitraje otra vez pasa por el atril de la vergüenza, manchando el espectáculo y el ideal de competitividad que siempre debería existir en el deporte. En esta entrada daré argumentos sólidos para desenmascarar al juez Carlos Betancur, cuyo actuar se dio con dolo y mala fe en contra de Millonarios.
Antes de entrar en materia, aclararé algo muy importante: no pretendo restarle ni una pizca de mérito al título ganado por Atlético Nacional. El conjunto Verdolaga tuvo que recorrer su camino para llegar a la final y aprovechó sobre la hora el repliegue albiazul para llevar el asunto a la definición desde el punto penalti, donde acertó en todos sus cobros y Kevin Mier atajó el disparo de Édgar Guerra. Eso sí, que no se dejen confundir, pues he visto gente hablando de revancha por el título de Liga que el Embajador le ganó en el primer semestre de este año. El simple sentido común permite ver que el primer orden de importancia lo tiene el campeonato liguero, luego sigue la Copa y después… pues nada. No sigue nada y esto no fue revancha ni la habrá por ahora.
Hecha la salvedad, al asunto. La jugada del gol que Betancur le robó descaradamente a Millonarios se dio en medio de una disputa leal por la pelota entre David Mackalister Silva y Robert Mejía. Fue un encuentro hombro contra hombro tan legal entre dos jugadores como pocos se ven. El capitán albiazul supo poner el cuerpo para ganar la posición y el jugador de verde perdió el equilibrio en su afán de devolverle la pelota a Kevin Mier. Aparecen ahora algunos traídos y cretinos para hablar de otros ángulos en las tomas de televisión que supuestamente sí permiten ver un contacto ilegal, pero es un cuento chimbo. La mejor repetición es por la espalda de los futbolistas y ahí quedó bien claro que no hay ningún tipo de infracción. Lo que después vendría, deja a los defensores de lo absurdo en un auténtico offside intelectual, así que a vender humo a otra parte —¡chite de aquí!
Los análisis que he visto en diversos medios de comunicación se quedaron en el contacto y eso es algo que me sorprende, pues lo que le siguió a esa disputa en menos de tres segundos fue todavía más revelador. El juez de línea, Mario Tarache, estaba a unos cinco metros y observando directamente la acción. Betancur corría desde atrás a poco más de 20 metros. El asistente no levantó la bandera, pues, obviamente, no había falta y siguió corriendo a la par de la jugada. La transmisión original desde la cámara principal permite ver que el árbitro central se frena un poco y hace el amague de llevarse el silbato a la boca.
Si la falta era tan clara para Betancur o Tarache, ¿por qué no hubo sonido del pito o levantamiento de bandera? Eso tiene su respuesta y es bien simple. Al árbitro todavía le quedaba el salvavidas de que Mackalister Silva desperdiciara la ocasión. Sin embargo, no se dio el supuesto y el colegiado esperó a que la pelota entrara para señalar la inexistente infracción. Con esto no solamente se saltó por completo las viejas normas de las faltas y los contactos ilegales en el fútbol, sino que omitió abusivamente el procedimiento VAR.
¿Cómo así? Pues la explicación es la siguiente. Al haber dejado continuar la jugada y la pelota terminar al fondo de la red, lo que procedía era que Betancur señalara el centro del terreno de juego y detuviera la reanudación por parte de Atlético Nacional hasta que la revisión con el protocolo VAR le indicara que todo estaba en orden para conceder el gol o advirtiera sobre algún vicio. La única situación en la que el juez podía sancionar algo legítimamente sin necesidad de ir a mirar la pantalla era un fuera de juego determinado con ayuda de la tecnología, lo cual, evidentemente, no existía.
Ahí fue cuando, en cuestión de una fracción de segundo y después de ver que la pelota entró en el arco, Betancur se dispuso a hacer la tremenda chambonada del año al caer en cuenta que ese gol no debía darlo por válido. Sin mediar comunicación con Kéiner Jiménez, árbitro VAR de esa designación, dijo que él mismo sancionaba la inexistente falta y con esta porquería de actuación mató dos pájaros de un solo tiro: por un lado, se evitó la vergüenza de ir a revisar en la pantalla y quedar todavía más en evidencia; también capó al VAR, pues le dio a entender que su decisión la había tomado antes de que el balón pasara la línea de meta con lo que la intervención de la tecnología supuestamente no era procedente. Actuó de manera premeditada, dolosa e injusta. Los motivos deben estar bajo investigación y seguramente así se quedará hasta que la archiven, como casi todo en Colombia.
Y si hay algo que también me molesta es ver la cantidad de titulares de prensa hablando de polémica. Esa dichosa palabra que tanto gusta está bien usada ante un hecho que no está claro y merece un espacio para la interpretación. ¡No, pues! ¡Ahora a todos los que se dedican a este oficio de cubrir fútbol se les olvidó el reglamento! Por favor, ya está bueno de hablar solamente cuando les conviene. Lo que ha sucedido en el Atanasio Girardot ha sido más que evidente, nunca mejor dicho.
Por último, no hay que olvidarse de la otra parte de la responsabilidad, la que ahora viste de corbata. Me produce vergüenza ajena ver gente culpando a Dimayor del asunto. Yo no sé si esa entidad intervino en algo aquí, pero entérense de una buena vez que las designaciones arbitrales están a cargo de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF). No es tan difícil memorizarlo, dejen de hacer el ridículo.
Concretamente, la administración del comité arbitral está a cargo de nadie más ni nadie menos que Ímer Machado. ¡Jaj, qué belleza! Es que solamente hace falta recordarlo en sus épocas de árbitro para que a uno le empiece a picar el cuero cabelludo por los desastres que hacía. La cuestión a reflexionar aquí es por qué un personaje que se desempeñó tan mal en la actividad llegó a estar al frente del resto de sus colegas y cómo se sostiene ahí. ¿Pago de favores? ¿Tenencia de información sensible? ¿Actitud servil e inobjetable hacia “los verdaderos dueños del fútbol”? Lo de siempre: los mismos, con las mismas.
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