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Las alarmas se encendieron el pasado domingo cuando Boyacá Chicó denunció que un jugador de su plantel había sido tentado para dejarse ganar del Deportivo Cali en la última fecha de la Liga Betplay, y de inmediato las miradas apuntaron al club verdiblanco. Sin embargo, la historia dio un giro trascendental luego que el presidente Nicolás Pimentel contara la verdad.
El directivo manifestó que un futbolista de su plantel recibió tentaciones y luego amenazas de mafias rusas y mexicanas que amañan partidos para ganar dinero en casas de apuestas. Esto es algo que muchos ya teníamos en el radar, pero hacía falta una voz oficial que le diera peso. Ahora ya quedará en manos de Dimayor y la Fiscalía hacerle frente esta difícil situación que ya habían ‘gritado’ desde el Chicó en 2020.
Pero el problema no son las casas de apuestas colombianas ni el patrocinador del certamen como muchos piensan (sin ningún ánimo de defender a cualquier empresa de juegos). El lío viene desde el exterior por medio de fantasmas difíciles de ver para los directivos del fútbol que sí quieren limpieza en el deporte y para las pocas autoridades que quieren combatir la corrupción del fútbol.
Solo por citar un ejemplo, hace un par de años en Inglaterra descubrieron que Xhaka habría amañado una tarjeta amarilla en un partido del Arsenal y luego apareció un apuesta millonaria y sospechosa en una casa de apuestas de bajo perfil en Albania. Y así hay miles de casos en Argentina, México y un sinfín de ligas de todos los países, tal y como cayeron varios futbolistas de la Serie A italiana recientemente.
En varios países están demasiado preocupados y resignados con esta crisis de apuestas deportivas que tienen consumido al mundo del deporte, más allá de que las casas pauten o no en los equipos o ligas. El modus operandi es bastante silencioso y difícil de detectar por más que algunos jugadores del ascenso colombiano se ‘delaten’ arribando esporádicamente a entrenamientos en autos de alta gama cundo reciben salarios de poca monta. Eso sí, aunque el mal mayor parezca proveniente del extranjero, también hay casos internos en el FPC que Dimayor asegura estar investigando internamente.
¿Cómo funciona lo denunciado por Boyacá Chicó?
El tema es sencillo. Una mafia extranjera apunta a partidos de medio o bajo interés de determinada liga que no se de su país, y por medio de intermediarios locales clandestinos tienta a jugadores (casi siempre de poca trascendencia deportiva y económica) para amañar resultados, goles o incluso rubros más pequeños como tarjetas amarillas o tiros de esquina. Una práctica vieja que los apostadores entenderán de qué hablamos y que ya ha sido detectada en otros países.
Y cuando los jugadores acceden a amañar situaciones del partido por cualquier motivo, ahí estas mafias (no solo rusas o mexicanas como denunció Boyacá Chicó) apuestan por medio de terceros en casas de apuestas de bajo renombre en otro país extranjero para ganar dinero fácil e, incluso, contribuir a posibles lavados de activos.
No estamos descubriendo nada nuevo, pero sí es bueno tener claro que un enemigo indescifrable (por ahora) es el que tiene en tela de juicio el fútbol colombiano en sus dos categorías hace varios meses, así como está aconteciendo en un montón de ligas de segundo o tercer orden del mundo, e incluso en la alta alcurnia europea como Italia e Inglaterra.
De momento, lo único que pueden hacer los equipos es crear conciencia y proteger a sus jugadores (como hizo Chicó) para evitar que caigan en posibles amaños y cuidarlos de las amenazas; esto mientras Dimayor y las autoridades legales toman cartas en el asunto y cazan al ‘fantasma’ que sigue siendo invisible.