El gran reto disciplinario de Dimayor en 2025: no dejarse tocar más las narices
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Es evidente que la situación del fútbol colombiano va de mal en peor con cada año que pasa. Calendarios apretujados, líos jurídicos, puntos ganados y perdidos en el escritorio, pésimos arbitrajes, fallos con la tecnología del VAR, logística ineficiente, escenarios en mal estado, escándalos dentro y fuera de las canchas, vacíos en los reglamentos, mal desempeño a nivel internacional… mejor dicho, todo un contexto para que nada marche bien.
En 2024, sorprendió la cantidad de atención que tuvo que llevarse el Comité Disciplinario del Campeonato de Dimayor, que, a través de sus resoluciones, tuvo que dirimir inconformidades de distintas partes sobre el comportamiento de los clubes y sus aficiones tanto en primera como en segunda división. Aunque en la mayoría de casos se puede decir que la entidad emitió fallos acordes a los reglamentos, no pareció ser suficiente.
La prueba de ello es que los castigos que se impusieron no sirvieron para frenar las malas conductas. Al contrario, pareció motivar a la continuación de las infracciones por los mismos actores y servir como reflejo para que en otros equipos se fuera por el mismo camino. Sin entrar a mencionar casos puntuales, la provocación a las aficiones rivales con la cobardía de brindar explicaciones posteriores falsas como disfraz fue la prenda de mostrar.
Las acciones del Comité Disciplinario no sirvieron de escarmiento por cuenta de lo blanda que se vuelve la justicia con el artículo 42 del Código Disciplinario Único (CDU) de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), el cual permite la suspensión de la ejecutoriedad de muchas sanciones.
Esto no significa otra cosa que permitir el aplazamiento del cumplimiento de las fechas de castigo, permitiéndoles a los infractores estar en los partidos determinantes de la recta final del campeonato y cumplirlas en el inicio del siguiente, cuando hay mucho más margen de error y la cualidad correctiva de una sanción se pierde por completo.
Dimayor en su entero conjunto como ente rector debe ser consciente de que, aunque la posibilidad de atenuar los castigos esté, sigue siendo de su potestad hacerlo o no. Más, cuando siempre son los mismos clubes los que están pidiendo reducciones en la firmeza de los fallos. Mientras la entidad se siga dejando tocar las narices, los castigos carecerán de efectividad y el riesgo de situaciones graves dentro de los estadios crecerá. Ese será su gran reto en 2025: poner la mano más firme.