El suplicio de El Campín: “¡No más conciertos!”

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Panorámica de Estadio Nemesio Camacho El Campín. - Vizzor Image.
Panorámica de Estadio Nemesio Camacho El Campín. – Vizzor Image.

Lo que era un anuncio ya advertido volvió a suceder. Las imágenes difundidas este domingo de la cancha del Estadio Nemesio Camacho El Campín de Bogotá son una dolorosa escena que produce escalofríos a cualquier persona que medianamente guste del fútbol, principal entretenimiento de Colombia.

El máximo escenario de la capital fue alquilado para dos concierto de Karol G. Más allá de las fallas logísticas y el criticado espectáculo que dio la antioqueña, la promesa se volvió a incumplir: la cancha quedó hecha trizas y marcada por la tarima, por más que se hizo una reunión entre los presidentes de Millonarios y Santa Fe, el distrito y los organizadores del evento, en la que estos últimos, se comprometieron a entregar el sitio en buenas condiciones.

Se repetirá hasta el cansancio la explicación de este asunto. La ley colombiana contempla la utilización de los escenarios públicos para la recreación y el deporte de diversas clases. No obstante, el caso de El Campín es muy distinto. Los terrenos donde está el escenario fueron cedidos por la familia de don Nemesio Camacho con un fin bien específico y puntual: la construcción de un estadio para la práctica del fútbol. Las administraciones de la ciudad están incumpliendo un pacto con la historia y están magullando a la ciudadanía en general que sigue los partidos del deporte más popular del planeta.

Que Bogotá cuente con otros espacios más idóneos para recibir conciertos como el Movistar Arena, el Coliseo Live o el Parque Simón Bolívar deja en evidencia varias cosas. Que los empresarios y los artistas son caprichosos. También que las administraciones públicas son blandas y se desviven por un ingreso adicional, sin medir las consecuencias para la actividad principal destinada de un espacio.

Lo que viene sucediendo en El Campín escapa al mismísimo sentido común y, para entenderlo, solamente hace falta pararse el lado contrario. ¿Quién, con dos dedos de frente, podría imaginarse un escenario destinado para conciertos y que, de un momento a otro empiezan a prestarlo para partidos de fútbol? Hay que dejar de inventar tanto cuento y poner a cada cosa donde corresponde. ¡Busquen oficio!

Lo más grave del asunto es que, como casi todo en Colombia, no pasará nada. Los partidos que vienen en El Campín por campeonatos locales no van a tener mayor inconveniente para realizarse. A fin de cuentas, en canchas peores se juega el fútbol profesional colombiano en otras ciudades.

Ya el asunto con Conmebol es a otro precio: Millonarios recibirá en dos semanas y media a Palestino de Chile en la fecha 3 de la fase de grupos de la Copa Libertadores. Si la cancha no está perfecta para el 25 de abril, el ente sudamericano no va a tener contemplaciones en ordenarle al club Embajador que busque otro estadio. La empresa encargada del mantenimiento, muy seguramente, va a tener que maquillar con pintura el desastre causado.

El concierto de Silvestre Dangond, un festival de salsa y otro evento de rock se miran en el futuro cercano como más oportunidades de seguir maltratando la cancha y utilizando el espacio para una actividad que no ha sido diseñado. Aquellos que no han entendido los puntos tan simples aquí expresados serán los primeros en exigir buen nivel en el fútbol colombiano.

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