Millonarios se hace un enredo por pasar de confiado a confianzudo
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Si algo tiene de especial un partido entre Millonarios y Santa Fe no es que sea un clásico, porque, en efecto, no lo es. El condimento llamativo de este derbi es que siempre trae zozobra. Un hincha de cualquiera de los dos equipos puede hacer constar las innumerables veces que el que llegaba como favorito vio sus planes entorpecidos por el que, supuestamente, era inferior.
Favoritismo notable
Era una realidad que Millonarios llegaba con amplio favoritismo ante un Santa Fe alicaído, deprimente y que llevó al punto máximo de la decepción a sus adeptos.En la cancha se notó. Por amplios pasajes del compromiso, el Embajador se dio gusto jugando a las fintas y al ‘toque-toque’. Y si de tocar se trata, pues ya es una sinfonía.
En ese punto y haciendo el símil musical, es una cuestión de gustos; porque una cosa es jugar bonito y otra, raramente distinta, es jugar bien. Este Millonarios sabe tocar cada instrumento y lo revalida partido tras partido.
El mediocampo ‘albiazul’
Como en todo, seguramente hay errores. Lo importante es que haya algún integrante que corrija a tiempo. En eso, las labores de Álvaro Montero y Andrés Llinás son notables. Aunque Danovis Banguero no sea el intérprete más vistoso, es innegable que viene haciendo una labor defensiva correcta.
Lo de Mackalister Silva ya roza la espectacularidad. Es el maestro director dentro del campo de juego, pero no puede solo. Cuando Santa Fe empató, Daniel Cataño le salió al paso del protagonismo para intentar recuperar el norte.
¿Cómo pudo entonces algo tan bueno venirse a pique en un parpadeo? Simple: por la traicionera confianza. Es que muchas veces, y es más notorio en deportes individuales, el mayor enemigo no está al frente, sino que hace presencia en la misma cabeza del artista.
Millonarios se complicó
El gran ambiente que propuso la hinchada llevó a que Millonarios pasara de estar confiado y seguro a ser un manojo de desesperados nervios. Se aprovechó de sus sensaciones y el desperdicio de ocasiones claras hasta darse la mano con la vagancia mental.
El panorama neurótico se empeoró cuando comenzó a fallar la iluminación en El Campín. Lo que nunca sucede, precisamente se dio como para indicarle al Embajador que su sufrimiento iba a ser largo. Y no tanto, pues siete minutos de afición no solamente fue incorrecto por parte del árbitro, sino un insulto.
De cualquier forma, Millonarios se complicó la vida solo. Se hizo un enredo que ahora lo obliga a ir a buscar una victoria en Pasto. La buena noticia es que sigue dependiendo de sí mismo y que, quién sabe, tal vez es el premonitorio destino que siempre lo lleva a sufrir para conquistar.