* La firma de Nicolás Flórez Parra
Nunca he tenido dudas de que el deporte es un elemento transformador y que fortalece en muchos sentidos la unidad de la gente. De igual manera, es un fiel reflejo de la sociedad de un país. Cada deportista es un mundo aparte y labra su imagen según sus logros, fracasos y actitudes, pero no es casualidad que haya rasgos tan comunes presentes en la mayoría de representantes. La idiosincrasia es algo que se lleva casi en la sangre.
El caso puntual de Colombia ha presentado un problema de pensamiento: se piensa que se es el mejor del mundo cuando se gana, en la derrota se cree que es el peor y el empate no sirve para un carajo. Eso, obligatoriamente, termina en un golpazo contra la realidad. Así ha sido la eterna historia de este país, en la que se sabe dónde está el inconveniente, pero, de cualquier manera, no se aprende. Si se le une a eso una mentalidad facilista, hay un peligroso coctel.
Lo que viene sucediendo con Luis Díaz en la Selección Colombia es preocupante. No solamente por el flojo nivel que el futbolista guajiro viene mostrando, sino por como se está tratando el tema desde afuera. Al fin y al cabo, un jugador de sus cualidades caerá en cualquier momento en una buena racha, pero lo que sí preocupa es que los interesados en mostrar lo que no es terminen haciendo tanto eco con sus mentiras bien disfrazadas que lleven al equipo o al jugador a una visión distorsionada de la realidad.
Vamos a ser claros de una vez por todas: Luis Díaz jugó mal. Cualquier persona que quiera venir a decir algo más, pues está hablando pura carreta. Y no solamente fueron los recientes partidos contra Uruguay y Ecuador, sino que en el arranque de la Eliminatoria frente a Venezuela y Chile tampoco lució bien. Ahora, no se trata de crucificarlo. A todos nos interesa que le vaya bien, pero mintiendo sobre su rendimiento no se le está ayudando.
Dos razones sin peso que se han utilizado aquí terminaron muy mal en el pasado. Ya pasó una década desde un partido en visita a Uruguay en el proceso clasificatorio a Brasil 2014 en el que Stefan Medina fue un desastre absoluto. Salieron a decir en su momento que fue que al defensor lo dejaron muy solito, que no lo acompañaron, que no era culpa suya. La insistencia con el tema también se apoderó de José Pékerman y tocó fondo con un 0-3 al entretiempo en Barranquilla contra Chile. La verdad salió a la luz cuando el lateral derecho fue remplazado y Colombia logró empatar agónicamente para firmar su clasificación al Mundial después de 16 años. El segundo falso argumento tiene que ver con jugadores intocables y James Rodríguez — que por cierto ha jugado muy bien últimamente — es un ejemplo vivo de lo mal que puede acabar.
Yo no sé si es por miedo, interés o puras ganas de joder, pero hay personas en los medios de comunicación mintiéndole al país con este asunto. Hay unos que se han limitado a decir que Díaz ha tenido presentaciones discretas, pero hay otros que ya se pasaron al descaro queriendo librarlo de cualquier responsabilidad. Piden que no se le recargue el peso a él. ¿Cómo así? Hay que ser absurdo para no poner primero sobre la mesa que se está hablando del jugador colombiano más cotizado. Es que no me los imagino de padres, aplaudiendo cada error y alentado el fracaso sin el más mínimo criterio de corrección.
Aquí se va a hablar clarito: los errores de Luis Díaz le costaron a la Selección Colombia cuatro puntos. Su fallo increíble en el mano a mano contra Santiago Mele y el mal cobro del penalti en Quito significaron que la Tricolor no esté hoy en el segundo lugar del camino al Mundial. En cambio, está en la quinta plaza, a dos puntos de estar por fuera de la amplia zona de clasificación. Hoy la situación no se ve tan grave porque la gente está viendo muy fácil ir al siguiente Mundial.
Ya veremos qué pasa si las cosas salen mal contra Brasil y Paraguay en noviembre. Estoy seguro que quienes han querido justificar lo indefendible van a a ser los primeros en salir a pegarle a Néstor Lorenzo, como si el entrenador fuera el encargado de patear al arco con solamente el portero por delante. El director técnico ha cometido otros errores, como seguir convocando a Dávinson Sánchez o poner a Jhon Arias en una posición donde no rinde, pero ciertamente él ha brindado los planes para que Colombia esté de frente con los resultados y los jugadores no han sabido aprovechar oportunidades clarísimas.
Por último, no hay nada más fácil en fútbol que hacer un gol de penalti. Por eso, precisamente, se le llama pena máxima, porque el equipo que la recibe está al borde un gol en contra y tiene que encomendarse a un milagro para evitarlo. Hoy en día es todavía más simple convertir desde esa instancia, pues ya ni dejan mover ni hablar al portero. Eso sí, hay que estar preparado para patear desde el manchón blanco y no hay nadie más capacitado en un equipo para hacerse cargo que el centrocelantero. Ese tipo de cobros son propiedad privada. Si el ‘9’, que supuestamente es especialista en cazar pelotas en el área y patear al arco, no es capaz de anotar de penalti, pues no sirve y hay que buscar a otro. Lo que no puede ser es que todo un equipo se ponga de acuerdo para lavarle la imagen a un solo jugador y ponga en riesgo un resultado.
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