En la iconografía de los vampiros, existen tres grandes figuras irreductibles: el Lord Ruthven, de John William Polidori; la Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu y el Conde Drácula, de Bram Stoker. Aunque todos influyentes y ampliamente referenciados, es el último el que más veces ha regresado al inconsciente colectivo, a reactivar la imaginación en una inmensa cantidad de películas, libros, cuentos, obras de teatro, series de televisión, radionovelas, juguetes, cómics y videojuegos.
La primera vez que Drácula fue llevada al cine, tuvo que ser bajo el nombre de ‘Nosferatu’, dirigida por F. W. Murnau. En esa película silente, el famoso Conde tuvo que ser renombrado como Orlok debido a que el director tenía que evitar problemas sobre los derechos de autor. Problema que, al parecer, desapareció con el tiempo, porque Drácula fue replicado infinitas veces en toda clase de mezclas.
Dracula, Dracula vs. Frankenstein, Billy the Kid Versus Dracula, Count Dracula, Dracula Prince of Darkness, Dracula’s Dog, Blood of Dracula’s Castle, Scars of Dracula, The Satanic Rites of Dracula y un largo etcétera de otros monstruos clásicos (que ahora conforman los Universal Classic Monsters) sentaron las bases de una de las mayores franquicias en la historia de los videojuegos: Castlevania.
Amor por el cine
A mediados de los ochenta, la industria de los videojuegos aún se regía por un reglamento creativo muy distinto. Aunque los programadores de la época idearon títulos icónicos debido a su creatividad, ésta no era precisamente lo más importante para los dueños de las compañías no era precisamente reconocer su trabajo.
Por ejemplo, en Konami no estaba permitido que los creadores firmaran los juegos con sus nombres reales, pues temían que otras compañías los contactaran para contratarlos. Así, entre los créditos de los juegos podía leerse el nombre de un tal Trans Fishers. Pero el nombre tras este seudónimo era Hitoshi Akamatsu.
Akamatsu eligió llamarse así como una referencia a Terence Fishers, un famoso director de películas clásicas de monstruos y horror gótico, que le entregó al mundo clásicos como The Curse of Frankenstein (1957), The Mummy (1959), The Curse of the Werewolf (1961) y, claro, Dracula, pero el de 1958.
Como gran fanático de este tipo de cine, Akamatsu tenía la espina creativa de hacer algo de este corte por su cuenta. Y dado que no trabajaba en la industria cinematográfica, tuvo que intentarlo en su medio. Así, su puso como objetivo crear un videojuego que hiciera sentir a los jugadores que se encontraban dentro de una película de terror clásica.
El Castillo Satánico de Drácula
Según el mismo Akamatsu, tanto los visuales como la música del juego fueron hechos “por gente que conscientemente quería hacer algo cinemático”, un gran logro si recordamos que hablamos del primer título de 8 bits para el Famicom. Incluso el arma del personaje principal, Simon Belmont, es un látigo en referencia a la película de Indiana Jones: Raiders of the Lost Ark.
Originalmente lanzado para el Family Computer Disk System, fue un éxito tan grande que tuvo que producirse en cartuchos para el NES, lo cual permitiría su distribución internacional, pero Akumajo Dracula (su título original) tendría que pasar un estricto filtro de censura antes de llegar al mercado internacional.
Al Vicepresidente de Konami of America en ese momento, Emil Heidkamp, no le convencía la cantidad de elementos “de terror” que Akamatsu había incluido en su juego: sangre, desnudez e íconos religiosos. Todos tuvieron que moderarse (demasiado es que hayan dejado los crucifijos).
Pero el nombre, definitivamente, debía cambiar. Akumajo Dracula se traducía, más o menos, como ‘El Castillo Satánico de Drácula’. Muy buen nombre para una película de horror gótico, malo para un sistema de entretenimiento familiar. Así que por una mezcla entre Transylvania y el ‘Castle’ donde ocurre el juego, se le asignó su nombre internacional e intertemporal: Castlevania.
El final de la línea de sangre
Lamentablemente (como Frankenstein) esta es una de esas historias donde la creación sigue su vida independientemente del creador. Para 1987, Akamatsu sacó al mercado Castlevania II: Simon’s Quest, con una jugabilidad sospechosamente similar a la de Metroid, aunque Akamatsu aseguraba que la inspiración le había llegado de Maze of Galious, otro título de plataformas de Konami.
(Como dato curioso, a Maze of Galious se le califica dentro del género ‘Metroidvania’, un tipo particular de juegos de plataformas cuya jugabilidad parece una mezcla entre Metroid y… sí, Castlevania.)
Dos años después, estaban estrenando Castlevania III: Dracula´s Curse, en el cual regresaron a la jugabilidad del primer título. Pero en ese año, había otro juego que capturó toda la atención de Konami: Teenage Mutant Ninja Turtles, por lo que todo el dinero y los esfuerzos de la compañía se centraron en él.
Abandonados a su suerte, ninguna de las dos secuelas fueron el éxito comercial que sí fue el primer juego, por lo que Akamatsu fue relegado a trabajar en alguno de los centros de juego de Konami, donde duró poco antes de renunciar. Akamatsu estaba fuera de Konami, pero su creación quedaría ligada a ella hasta la fecha.
Los (muchos) hijos de la noche
Desde 1988 hasta 2014, Konami publicó un nuevo título de Castlevania prácticamente cada año, con sólo 8 excepciones en esta línea de 25 años, cuya cronología interna del juego abarca desde 1094 hasta el 2036 (y del 1047 al 2057 en la serie Lord of Shadows).
Incluso el juego parodia de 1990, Kid Dracula, fue tan exitoso que mereció su propia secuela para Game Boy y es considerado un spin-off canónico de la franquicia, la cual ha aparecido en una amplia variedad de plataformas (Super Nintendo, Wii, PlayStation, Arcade, iOS, Android) y ha trascendido hasta una serie animada en Netflix y múltiples proyectos musicales donde han sido referenciados, como Le Castle Vania.
Además, los personajes y el universo de Castlevania han sido referenciados en muchos otros títulos, como la serie Konami Wai Wai World, Contra: Hard Corps, DreamMix TV World Fighters, Bomberman R y Super Smash Bros. Ultimate.
Mención especial merece su música, la cual ha sido reconocida durante décadas como una de las mejores musicalizaciones en el mundo de los videojuegos. El soundtrack del primer título para el Disk System fue compuesto por James Banana… seudónimo obligatorio en Konami para Kinuyo Yamashita, quien junto a Satoe Terashima formaban parte del Club Kukeiha de compositores de Konami.
A Kenichi Matsubara debemos la música de Simon’s Quest y Haunted Castle, pero el nombre que más ha influido en la cultura popular de Castlevania es el de Michiru Yamane, compositor para Castlevania Bloodlines y el mítico (y nos ponemos de pie) Symphony of the Night.
¿Debemos considerar a Castlevania un juego de horror o uno de acción? La respuesta rápida se iría por la segunda opción, la aventura de continuar el legado de los Belmont. Pero entonces ¿dónde quedó la idea de Hitoshi Akamatsu de crear juegos a partir de películas de horror? Hay que reconocer que estos íconos monstruosos tampoco aterran tanto visualmente como sí lo hace la idea: el miedo a Frankenstein parte del creador que juega a ser un Dios, como el horror del Hombre Lobo es el de un hombre que no controla su demonio interno. En ese sentido, Castlevania lo ha logrado, ha construido su propio universo donde lo aterrador no es un monstruo que te acecha, sino la permanencia del mal a lo largo del tiempo, y la misión de una familia de mantenerlo a raya por los siglos de los siglos.