Desde la segunda entrega de la saga, Diablo nos ha cautivado por su trama oscura, sus temáticas maduras y el constante recordatorio de que, no importa que seamos nigromantes, unas amazonas aguerridas o unos bárbaros sedientos de pelea, nosotros representamos a la luz. El empuje que han tenido estas historias nos han acompañado desde que las primeras computadoras fueron aptas para jugar, y ahora Blizzard ha abierto al público general su última aventura. ¿Qué tal les quedó el juego? Desde ahora te avisamos que, si gustas de los juegos de la saga, y de los RPGs en general, te va a encantar.
Los controles de Diablo IV
Desde el principio, el juego se abre a las posibilidades de que no seamos precisamente los más conocedores del juego, pero también te ofrece saltarte varios pasos si es que ya conoces la franquicia. Esto sin duda se agradece: contrario a juegos de otras franquicias (como siempre suele ocurrir con Pokémon, por ejemplo) donde siempre se explica el modo de juego, en caso de que seas primerizo, aquí se lo puedes dejar en claro a la IA desde que empiezas.
Los controles son una muy adecuada mezcla entre Diablo II (aquellos de los que nos enamoramos) y de Diablo III, que ya había optimizado muchas de las opciones de jugabilidad de la franquicia. Más parecido al remake de Diablo IV. El juego se encarga de facilitarte muchas de las opciones, por ejemplo, los accesos rápidos a las habilidades del personaje y al ítem que más se usa en la historia de Diablo: las pociones de curación (que por cierto, es refrescante comenzar con una buena cantidad de ellas desde el principio).
La movilidad es muy, muy agradable, pues los mapas no son innecesariamente extensos y la velocidad de los personajes es suficiente para no desesperarnos en recorrer los mapas. Sobre todo con el botón de esquivar (la barra espaciadora, si juegas en PC) que te permite huir de los ataques más súbitos.
¿Qué tanto se pueden personalizar los personajes en Diablo IV?
En cuestión de manejo del personaje, muchísimo. En el aspecto estético, es un poco más reducido. Hay pocas “formas de cara” entre las que se pueden escoger, y por supuesto, todos los personajes de la misma clase deben entrar en el mismo fenotipo (todos los bárbaros son igual de musculosos, y todos los nigromantes igual de flacos), pero sí hay una amplia variedad de tonos de piel, color de ojos, forma del cabello, del vello facial (si lo hay) y hasta del maquillaje. A partir de ahí podemos decir que tu personaje empezará a ser único. Pero espera, hay más.
Porque cuando comienzas a ganar niveles y a entrenar tus habilidades, ahí es donde se vuelve cada vez más complicado que llegue a haber dos personajes iguales: no sólo te especializas en una de tres aptitudes iniciales de tu personaje, sino que el árbol de talentos (que tiene una increíble estética de sangre, muy acorde a la trama de Lilith) se divide en tantas ramas que definitivamente vas a querer llevar a un personaje a nivel 100. O tener varios a nivel 30. Dos hechiceras creadas por ti no tendrán las mismas aptitudes y vas a querer jugar más de una vez la historia tan sólo por la variedad de personajes que puedes crear.
La dificultad de Diablo IV
No vamos a mentir: jugamos apenas un par de horas de este título, pero sí elegimos la dificultad “veterano” (que, si bien, hemos jugado Diablo en Nación Gamer, ya hacía unos ayeres que no entrábamos a alguno de estos juegos. En este principio, la verdad, el reto no era devastador, pero tampoco regalado: los monstruos son agresivos y la Inteligencia Artificial los hace pelear adecuadamente contra ti, pero la acción es tan rápida con tus habilidades que sabes que estás a la mitad de un combate épico, aunque eso sí, pocas veces te das cuenta con claridad de lo que está pasando. Al principio, en lo que tus ojos se acostumbran a ver a tantos enemigos. Después se te pasa. Como siempre ha ocurrido en Diablo.
Eso sí, nos resultó fascinante la velocidad de la progresión de niveles al principio. En la primera hora de juego ya habíamos avanzado 5 niveles. Y tampoco se sentía como si no hubiéramos hecho nada para merecerlos. Porque la acción comienza rápido y la exploración de terrenos y de dungeons es exactamente como la disfrutamos los fanáticos de los RPGs de papel y lápiz.
¿Qué tal está la trama de Diablo IV?
Entre las mejores cosas que tiene este juego está la velocidad de los saltos entre las cinemáticas y el juego. Con el procesador adecuado, el tiempo de carga es prácticamente nulo y eso hace que la trama se sienta ágil, trepidante y, sobre todo, que sí eres parte de la película que estás viendo. La animación del inicio es impresionante y no pierden su calidad conforme avanzas. Eso sí: no es apta para niños ni para débiles de estómago. Recuerda que lo que estás jugando se llama Diablo y a eso es a lo que le hacen honor.
Eso sí, las decisiones son prácticamente nulas. No podrás formar una “moral” de tu personaje como en otros juegos ni tomarás decisiones que podrían afectar a la trama. ¿Es esto un punto negativo? Que lo decida cada quien. En nuestro caso, eso agilizó mucho los diálogos con los NPCs y te permite saber con claridad qué misión debes hacer, dónde debes cumplirla y qué hay que hacer para terminarla.
En ese sentido, sí es como un RPG muy clásico: debes ir al lugar X y matar a Y. Nadie te pregunta si quieres hacerlo, tu personaje acepta. ¡Y por supuesto que tiene que aceptar! Si no, ¿qué haces en esa aventura? Eso sí, no debes tenerle miedo a las side quests, ya verás por qué (y eso explica mucho sobre el contenido que será liberado con las Temporadas de Juego). Pero eso evita que hagas largas exploraciones que sólo terminan por confundirte en el mapa: conoces tu objetivo.
Los gráficos de Diablo IV
Por supuesto que los gráficos isométricos no se van a parecer a los de las cinemáticas. Te avisamos: actualiza tu tarjeta gráfica, porque Diablo IV la pondrá a prueba (si juegas en consola, no te preocupes). Pero tampoco exige algo de última generación e inalcanzable. Sí, los rostros en el juego están desdibujados, pero en el mapa prestarás mucha más atención al entorno… y eso sí que está muy bien detallado. El fuego es fuego, el agua es agua, incluso el viento puede verse y los edificios son increíbles. Es muy fácil sentirse dentro de los escenarios.
Hubo una pequeña polémica porque Diablo IV no contiene la opción de sobreponer el mapa en el jugador, y muchos pensaron que ésto haría que se perdieran. Sin embargo solucionaron el mapa de una forma incluso mucho más cómoda, que permite perfectamente disfrutar los gráficos y recorrer los dungeons sin posiblidad de perderte, pues además el mapa mantiene un pequeño rastro temporal que te indica los lugares por donde ya has caminado con mucha precisión.
La música de Diablo IV
Eso sí, mención honorífica a la música y al diseño sonoro: no sólo retoman los sonidos que nos hacen sentir que estamos jugando Diablo, sino que además la música para los escenarios y las peleas de Santuario es la adecuada para sentirnos en una aventura de fantasía, sin necesidad de ser orquestas corales que abruman a los oídos. Y sí, la música escala y acentúa los momentos más dramáticos. Un deleite al oído.
Nuestra calificación para Diablo IV
Los controles para PC son muy cómodos e intuimos que no deben ser muy distintos para consola. Los gráficos son justo lo que nos habían prometido, la optimización es la adecuada y la historia es cautivadora. Si tiene algún punto negativo, aún no podemos decirlo y ya veremos cómo nos adaptamos a la jugabilidad online. Pero por ahora Nación Gamer le otorga una calificación de 9/10 a Diablo IV, y consideramos que es uno de los mejores RPGs de este año y, quizá, de los últimos años.