¿Los juegos digitales deberían costar mucho menos?

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Un debate constante en torno a los juegos digitales es el por qué de su costo, muchas veces, pareado con el de los lanzamientos en físico. Pese a tener múltiples ventajas, los juegos físicos tienen un desincentivo enorme: no son bienes tangibles, no son piezas de colección y, como todo lo que habita en la nube, son susceptibles a desaparecer mañana, mientras que los medios físicos tienen una vida de anaquel mucho mayor. Sin embargo, el uso de juegos digitales no ha hecho sino ir en aumento en los últimos años, lo que lleva, incluso, a que algunos juegos ni siquiera tengan lanzamientos en físico. Esto, claro, es entendible de los títulos independientes, y resulta ventajoso para los pequeños estudios, quienes no pueden costearse los precios de manufactura. Pero, ¿y las grandes empresas? ¿Por qué debemos pagar $60 dólares por un juego digital, que nos ofrece, literalmente, menos que su contraparte física?

Los juegos físicos tiene costos más allá del juego mismo, costos externos que se van trasladando al consumidor final, o sea, nosotros. Por ejemplo, los juegos físicos deben pagar manufactura, distribución, transporte, almacenamiento y precios de reventa a través de retail. Es decir, cada una de las partes desde que el código del juego sale de una computadora y se mete en un disco aumenta su valor, y esos costos los pagamos quienes compramos.

El problema es que ninguno de esos costos existe en un lanzamiento digital. El bien digital, una vez producido, ya no genera mayores costos para poder llegar el cliente. Uno podría añadir el costo de los servidores donde se almacena el juego, pero no se compara ni en fracciones a lo que los gastos de transporte y venta en retail suponen. Mucho menos los de manufacturar un disco o cartucho, con todo lo que esto implica. En teoría, un juego digital debería costar mucho menos y, sin embargo, no es así.

Los estudios, como Nintendo, se defienden al decir que lo que tiene valor realmente es el juego, las horas y recursos que se invirtieron en su creación, el valor mismo de la IP y la calidad del juego. Y no decimos que no, pero lo cierto es que los estudios, con los lanzamientos en digital, se están embolsando los costos que los lanzamientos en físico reparten con otros proveedores y la ganancia misma de las tiendas de retail. Porque es un hecho que las distribuidoras venden a un precio menor los juegos a las tiendas, para que éstas los vendan al precio sugerido de mercado y se lleven un porcentaje de la venta, alrededor de 30% en la mayoría de los casos. ¿Por qué no quitarle ese 30% a los jugadores y que paguen lo que el juego vale para el estudio y lo que terminan recibiendo finalmente de las ventas en tienda?

Lo peor es que hemos visto un cambio de paradigma preocupante en años recientes con respecto a las copias físicas. Sobre todo en los lanzamientos de ediciones especiales de juegos, como God of War: Ragnarök o Marvel’s Spider-Man 2 que, pese a incluir un steelbook, no tienen un disco de juego. En cambio, lo que ofrecen es un código de descarga de la edición de lujo del título. ¿Por un precio de $250-300 dólares por una edición así no deberíamos tener derecho al menos al juego en físico?