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Septiembre es el mes patrio para los mexicanos, por lo que nos parece la fecha ideal para hablar un tema que a todos nos concierne: la representación de la mexicanidad en el gaming. Este tema divide opiniones, ya que algunos consideran que la inspiración que toman muchos desarrolladores en la cultura mexicana es un homenaje, mientras que otros consideran que no pasan de ser simples estereotipos que caen incluso en el racismo, aunque no necesariamente de forma deliberada. Los mexicanos somos de los principales consumidores de videojuegos en el mundo, aunque son contados los juegos realizados en México, por lo que dependemos de extranjeros para vernos reflejados en el medio en el que amamos. ¿Tú qué opinas sobre lo mexicano en el gaming? Vamos a explorar un poco en este tema y repasemos la historia de México en los videojuegos.
México en los videojuegos se puede resumir en cuatro elementos: luchadores, culturas prehispánicas, Día de Muertos y mexican western; es decir, una amalgama de elementos culturales que se popularizaron en las cintas de vaqueros y que representan al norte de México. Estamos hablando de zarapes, cactus, sombreros, trompetas, rancheros, mariachis, maracas y todo lo que estereotípicamente parezca mexicano. Si pensamos en cualquier personaje de videojuegos inspirado en México cabe perfectamente en cualquiera de estas categorías. Hawlucha, Juan Aguacate, el Fuerte o King, como los luchadores. Los Cuotl, los Osh-tekk y Kotal Kahn, y Knucklotec como personajes prehispánicos; Grim Fandango, los tostarenenses, el nivel fiesta de los muertos de Rayman Legends, y Cozumel en Tomb Raider para Día de Muertos, y todo, desde Cormano y Ludicolo hasta lo que quiera que fuera Amingo para el mexican western. ¿Pero es necesariamente malo? Después de todo, la mayoría de las representaciones culturales se basan en figuras fácilmente reconocibles, ¿no? Y de alguna manera, están haciendo un homenaje a la cultura que usan como referencia.
Todo depende de la intención y de qué tan superficial sea la referencia. Pensemos en Cormano y en Hawlucha, por ejemplo. Cormano es un estereotipo, una idea inmutable de lo que se supone que es un personaje mexicano. Tenemos el sombrero y el poncho, así como el fucsia, conocido también como rosa mexicano. ¿Pero ese nombre? ¿Cormano? Es un nombre que suena mexicano, pero no es un nombre real. Nadie en México se llama Cormano.
Por el contrario, Hawlucha es una representación estudiada y meticulosa de lo que es un luchador. Es un tipo peleador, por obvias razones, y su cara asemeja una máscara de luchador. El que sea un tipo volador no es ninguna casualidad. Los voladores son un tipo de luchador que se valen de las acrobacias aéreas para su estilo de lucha, y hasta su movimiento insignia, flying press o la plancha, es famoso entre los luchadores mexicanos. Hawlucha, además, despliega sus alas como si se tratara de un traje con capa de luchador y se le conoce por sus poses y sentido de la teatralidad. El contraste es evidente entre un personaje construido a partir de un estereotipo superficial y otro que rinde homenaje a una parte de una cultura. En ninguno de los dos casos hay una ofensa de fondo, pero Cormano termia siendo una mera caricatura, por más que a muchos nos gustara elegirlo para jugar Sunset Raiders, justo por ser mexicano.
Y es que justo ése es el otro tema. ¿A los mexicanos les ofende? ¿Debería ofenderles? Esto se resume en una serie de tuits que se lanzaron en los primeros días de Super Mario Odyssey, cuando conocimos por primera vez Tostarena y el outfit de Mario Mariachi. Mario consigue una luna al tocar al tololoche junto a una banda de tostarenenses, un pueblo inspirado en las calaveras de Día de Muertos, vestido con sombrero y zarape. Mientras que personas de Estados Unidos y Europa denunciaban esto como un caso más de estereotipos por parte de desarrolladores japoneses, los mexicanos saltábamos de emoción por ver un cachito de nuestra cultura representada en el personaje de videojuegos más famoso de la historia, y uno hasta mandó a callar a quienes se quejaban de ese supuesto racismo. Y es que Tostarena surgió a partir de la visita de uno de los desarrolladores a México, que lo dejó enamorado del país. Es por eso por lo que que Tostarena mezcla casi todos los elementos de México que mencionábamos al principio en un solo nivel: gente calavera que hace alusión al día de Muertos, estructuras que recuerdan ruinas prehispánicas y un jefe que parece ser una cabeza Olmeca, un desierto en el que usas poncho y sombrero, y arquitectura con colores y formas que todos los mexicanos pueden reconocer como algo familiar. Hasta los tanques de gas y las azoteas de las casas mexicanas hacen una aparición en el nivel.
El problema, quizás, sea que los mexicanos siempre nos vemos representados desde afuera. Ya sea desde Estados Unidos, Europa o Japón, los videojuegos son desarrollados en el extranjero y por eso ven a la cultura con ojos, precisamente, de extranjero. El tema es que la industria de videojuegos en México aún se encuentra, ni siquiera en pañales, sino en gestación. Y, quizás por buscar esta misma representación o por asegurar un éxito comercial, los estudios también se han volcado a mostrar estos aspectos de México. Pensemos en Mulaka, basado en la cultura Rarámuri, o en los títulos por salir próximamente, Mictlan y Aztech: Forgotten Gods. Este último es peculiar, porque presenta una ucronía en la que nos preguntamos ¿qué habría pasado si los españoles no hubieran conquistado el territorio y las culturas que lo habitaban hubieran florecido? Algo que no suele verse con regularidad cuando se trata el tema de México. Estos tres juegos también se basan en culturas prehispánicas, quizás porque consideran importante mostrarlas desde el punto de vista de propios mexicanos, o, quizás, porque eso es lo que vende en el extranjero.
Pensemos un minuto en Japón. Sobra decir que es un bastión importantísimo del gaming, pero veamos cómo tratan los propios japoneses su cultura en los juegos de video. Prácticamente cada aspecto de lo que hace a Japón ser Japón está vertida en el gaming. Tenemos a los yokai, los kami, los kaiju, el Japón feudal, la vida escolar actual, sus mitos, tradiciones, el animismo, la pintura, la cultura idol, la cultura kawaii, las historias de terror, las leyendas urbanas modernas, y la innovación tecnológica. Todo visto tanto de manera apegada a la realidad como lo más fantasiosa posible. Japón no se encasilla en la era samurái, periodo que por cierto abarca 7 siglos. Y elementos de su cultura son tomados como punto de partida y transformados a la conveniencia del autor. Basta con regresar a Super Mario Odyssey y ver el nivel del castillo de Bowser, de donde se pueden extraer docenas de referencias culturales a Japón. Al ser los propios japoneses quienes crean los juegos, se valen de su bagaje cultural para representar lo que conocen y es parte de sus vidas en los juegos de video. Mientras, los mexicanos terminamos siendo espectadores pasivos que tenemos que conformarnos con la poca representación que llegue a haber, sin poder fijarnos en si está hecha con cuidado o es un mero estereotipo. No podemos ser limosneros con garrote después de todo.
Quizás mientras más juegos se hagan en México, más de las diferentes culturas que conforman la nación puedan volcarse en el gaming. ¿Por qué no pensar en juegos de mundo abierto sobre el Porfiriato o sobre la Guerra de Independencia? ¿Juegos de intriga política situados en México? ¿Juegos sobre la guerra contra el narcotráfico? O quizás algo menos serio, como un juego en el que el protagonista sea la cocina mexicana o un plataformero fantasioso en el que los enemigos a vencer estén inspirados en criaturas míticas y críptidos propios de la región. O qué, ¿tenemos que esperar hasta que Pokémon decida hacer una región basada en México para que algo así suceda?