Al mero estilo del ‘Club de la Pelea’, los hooligans han evolucionado en Europa
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La Eurocopa 2016 vivió en Marsella escenas de horror. Fueron los ultras rusos, pero dejarlo como solo eso, una pelea de ultras, es quedarse bastante corto. Joan R. Caballero, especialista en grupos urbanos violentos y delitos de odio, explica lo que pasó: “800 rusos se presentaron en esa ciudad e hicieron una cacería brutal a 2.000 aficionados ingleses, que eran hooligans de toda la vida, el maleducado borracho que busca bronca. Montaron hasta hospitales de campaña en sus hoteles para sus heridos, y así no pasar por hospitales y que la Policía les pudiese identificar”.
Puede ser que aquello fuese algo más que una riña de hooligans, algo que tiene más que ver con la geopolítica que con el fútbol —dos años más tarde, en el Mundial de Rusia, no se vio un problema ultra por ningún lado—, pero en realidad ya daba igual. Esa demostración de fuerza y agresividad, ese despliegue de violencia, ya había calado en algunos jóvenes y cambiado en buena medida la fisionomía del movimiento ultra.
“Eso fascinó a movimientos hooligans en toda Eurasia. Polacos, bielorrusos, húngaros españoles… a todo el mundo. Pensaron ‘¡esto es una pasada! !hay que hacer eso!’ Cambió la mentalidad“, desarrolla Caballero. Puede sonar muy lejano para la mayoría, pero la violencia forma parte de este movimiento, no se entienden bien los ultras sin ella y en muchos grupúsculos no genera rechazo sino admiración.
Aquellos rusos que arramplaron con los británicos y buena parte del mobiliario marsellés no eran, ni mucho menos, como sus adversarios. En los ingleses la violencia no se rechazaba, pero era casual, muchas veces espontánea, alimentada por el alcohol. Aquí el patrón es distinto.
“La gente se fijó en ellos, filosofía de vida straight edge, que es una especie de filosofía en el que no hay consumo de alcohol, de drogas, de pornografía… es un rollo skinhead, pero es que buena parte de ellos son skinhead. Empezaron a entrenar, gimnasios, deportes de contacto…”, cuenta Caballero. De esta nueva manera de ser ultras han salido también peleas regladas, las KOTS, que llaman la atención en toda Europa. Es un fenómeno creciente en toda Europa, y es fácil encontrar en las noticias casos recientes, en Bélgica, Polonia o Suecia.
Esto, como toda moda, también está en España. Algunos consultados apuntan, por ejemplo, que el Frente Bokeron ahora mismo se compone de gente de este perfil más que del tradicional ultra, que aun siendo peligroso era distinto.
Borja Bauzá ha publicado estos meses La tribu vertical, un excelente libro que repasa la historia de los movimientos ultras en España desde sus inicios hasta hoy. Hace unas semanas, en una entrevista con Relevo, explicaba que ahora la violencia está más presente en la conversación en el mundillo, en parte también porque su capacidad de hacerse notar en el estadio ha decrecido al ritmo en que la mayor parte de los clubes ha hecho por dejar de apoyarles.
“La violencia siempre estuvo, pero también había muchos grupos que ponían muchísimo énfasis en la animación, en los viajes o en los tifos. Ahora los grupos dentro de los estadios cada vez están menos cómodos, muchas veces la forma de seguir tranquilamente es meterse en una grada de animación. Y creo que lo que eso ha conseguido, aunque no es una reflexión definitiva, es que muchos grupos prioricen el tema de la violencia sobre otros aspectos. Te asomas a determinados grupos de Telegram y de lo que más se discute es de hostias. Hace 15 o 20 años en los foros no necesariamente era así, se hablaba a lo mejor de alguna movida, pero se hablaba mucho más de temas de grada, de temas de tifos y demás”, reflexiona el periodista.
En su conversación incluye otro de los elementos que ha llevado a cambiar para siempre el movimiento ultra: internet. Ahora ya no son foros, casi en desuso, pero no es difícil encontrar en Twitter todo lo que se quiera saber del día a día de los grupos ultras.
“Las redes sociales han hecho evidentemente mucho daño. Se ha descontrolado, la gente joven que no sale en redes no existe y se ha creado una sociedad paralela digital. Twitter se usa mucho en España y en Europa por los hooligans, es frecuente ver los desplazamientos. Después de lo de Jimmy hubo un perfil muy bajo, mucha presión policial, pero si ahora te vas a Twitter todos exteriorizan sus salidas, que van a la ciudad del rival buscando…”, cuenta Caballero.
Las ‘ustawkas’
Con este nuevo modelo de hooligan, que de algún modo convive con el de toda la vida, según qué equipos y qué gradas, aparecieron también las temidas quedadas, momentos en los que ultras rivales se citan en algún lugar para pegarse. Eso sí, con unas normas bastante precisas.
“Yo en el año 2017 hice un estudio para la Generalitat de Catalunya en la que decía que iba a haber más peleas, porque es una copia del modelo ruso y el polaco, porque aquí los neonazis están muy influidos por los neonazis polacos, y allí hacen lo que se llaman las ustawkas, peleas sin armas, 15 contra 15, si alguien está en el suelo no se le levanta, ya está. Peleas de un minuto o un minuto y medio. Ahora hay grupos que siguen el modelo anterior al 2016 y los que hacen estas cosas, que son posteriores, que tienen peleas pactadas, hermanamientos con ultras de otros países…”, desarrolla como teoría Joan Caballero.
“El tema de las peleas en bosques, prados y demás, es algo que se pone de moda hace aproximadamente unos 10 años. En España no se llega a poner de moda, pero se empieza a dar hace 10 años. Hablando con gente de determinados grupos, lo que te dicen es que hay chavales a los que eso sí que les va, porque además se supone que son peleas más controladas, no hay armas, tampoco te va a ir nadie a cascar un multazo, no hay nadie grabando. Es como un espacio seguro para darse hostias”, explicaba Bauzá a Relevo. “Los Biris y los Supportes Gol Sur, ultras de Sevilla y Betis, lo intentan antes de todos los derbis. Casi nunca les sale bien, porque la Policía suele impedirlo, pero sí que es una actividad recurrente”, explica otra fuente de la batalla contra la violencia en el fútbol a Relevo.
No todos los ultras lo tienen como prioridad, para muchos todo esto sigue siendo absurdo si no se incluye en la conversación el fútbol, aunque hay un porcentaje difícil de cuantificar cuyo principal motivo de involucrarse en todo esto es la violencia. Que ni van al fútbol, o sobre los que pesa ya una sanción que les impide entrar al estadio. “Los verdaderos capos ni van”, explicó un miembro del Frente Atlético a Relevo.
Entre las muchas cosas que sorprenden de colectivos así, una de ellas es su capacidad para seguir financiándose. “Tú contratas un viaje en grupo, normalmente te hacen un precio especial. Hacen colectas, hacen fiestas, rifas con camisetas firmadas por jugadores, loterías y cosas por el estilo”, explica Caballero.
En algunos clubes, aunque cada vez menos, parte del ingreso viene de la propia relación con el club. “Los clubes no todos son un Real Madrid o un FC Barcelona. Si te paras a mirar a efectos económicos, estos dos clubes se lo podían permitir porque son los dos más grandes del mundo, y pueden echar a 1.000 o 2.000 personas sin problemas. En otros siempre hay alguien de la directiva que les echa un cable“, explica. Cortar ciertos vínculos es difícil en ocasiones, y las consecuencias personales de hacerlo no son gratas y no todos están dispuestos a afrontarlas.
Hay un factor más que suele estar presente aunque no pocas veces se use sólo como excusa: la ideología. No es difícil ver a ultras militando en movimientos políticos extremos, ejerciendo en ocasiones como miembros de seguridad de formaciones radicales o incluso en alguna lista de estos grupos, normalmente marginales, siempre muy extremos, y no pocas veces ligados a otras formas de delincuencia común.
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