Colombia, rumbo a un ‘oso’ monumental en el Mundial Femenino Sub 20

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Estadio Nemesio Camacho El Campín de Bogotá. - Vizzor Image.
Estadio Nemesio Camacho El Campín de Bogotá. – Vizzor Image.

Hubo una frase célebre de Alfonso Senior de la que no se ha sacado el aprendizaje: “Colombia es un país enano al que no le quedan bien las cosas grandes”. Eso lo dijo cuando el país se convirtió, deshonrosamente, en el único que rechazó la organización de un Mundial de fútbol. Aquella cita para 1986 finalmente se realizaría en México, que no puso excusas a pesar de un devastador terremoto menos de un año antes.

Las palabras del histórico dirigente han sido totalmente coherentes en varios episodios de la historia, pero los recientes ponen una alarma. La Copa América 2020 que no se pudo realizar por la situación de orden público o los Juegos Panamericanos de 2027 que se iban a realizar en Barranquilla y que se perdieron por la ineptitud del gobierno de Gustavo Petro no parecen ser escarmiento suficiente.

Falta cerca de un mes para que inicie el Mundial Femenino Sub 20… bueno, eso si se alcanza a dar. Las tres sedes que recibirán juegos de la cita juvenil son Bogotá, Cali y Medellín. Hechos lamentables vienen creando un interrogante sobre la preparación de Colombia para sacar este evento adelante.

La cancha de El Campín de Bogotá

Con el inicio de la Liga BetPlay Dimayor 2024-II ha quedado en evidencia, una vez más, el desastre de la política de manejo de escenarios por parte de la Alcaldía de Bogotá. Como en tantas otras oportunidades, la cancha del Estadio Nemesio Camacho El Campín ha quedado como un potrero tras la realización de unos conciertos. El partido entre Millonarios y Atlético Bucaramanga demostró que no es un simple asunto de aspecto.

No solamente está comprobado que por más protección que se ponga encima del césped siempre queda dañado, sino que decir que un estadio de fútbol es para jugar fútbol puede resultar todo un postulado en la tierra de los absurdos. Además, es un incumplimiento histórico con don Nemesio Camacho y su familia, quienes donaron los terrenos para la construcción de un escenario para la práctica del deporte más popular del planeta, no para espectáculos de otra índole.

La labor de Daniel García, director del Instituto Distrital de Reacreación y Deporte (IDRD), ha sido desastrosa. Lo grave es que tampoco responde al supuesto gusto por el fútbol que el alcalde, Carlos Fernando Galán, dice sentir. Desde la administración pública se han llenado la boca resaltando los trabajos para recuperar el estado de la cancha y difundiendo fotografías desde ángulos que no los dejen tan mal. La verdad es que Bogotá pasó de poseer el mejor campo de fútbol del país a tener que conformarse con un potrero.

Bajo voltaje

La lista de preocupaciones avanza con lo visto en el entretiempo del duelo entre Atlético Nacional y América de Cali en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín. Una torre principal de luces sufrió un apagón y llevó a retraso de casi 20 minutos para la reanudación en el segundo tiempo.

Este episodio debería tomarse con toda la seriedad del caso. Aquellos que ya iban a fútbol antes del 2011 recordarán que los apagones en los estadios eran una razón seria de preocupación y demora. Los sistemas viejos requerían que las bombillas se calentaran antes de emitir su luminosidad máxima, pero con la llegada de las luces LED las esperas quedaron en el pasado. Lo que sucedió en la capital antioqueña no es algo típico y que deba pasarse a la ligera.

Amenazado por convivencia

Dejando de lado las condiciones de los estadios, pero no menos importante, aparece la cuestión del comportamiento del público. El fútbol colombiano lleva años siendo víctima de los vándalos y los fallos en la logística que han terminado en invasiones de campo y suspensiones de partido. Hasta un incendio hubo en la tribuna sur del Atanasio Girardot y ni siquiera hubo sanción para la plaza.

En el mismo duelo entre Nacional y América cayeron artefactos pirotécnicos en la cancha mientras el partido se estaba jugando. Algunos reportes de gente que estaba en el escenario indican que los elementos ardientes no fueron lanzados desde alguna tribuna, sino que provenían de las afueras del estadio. No se ha podido confirmar, pero hay voces que apuntan a que los autores habrían sido hinchas visitantes que no pudieron ingresar.

Y en este apartado cabe también el acompañamiento. Los reportes de entradas indican que la Selección Colombia tendrá al público alentando, pero el resto de partidos tienen pinta de poca asistencia. Esconder que el fútbol femenino no genera un gran interés sería absurdo. Sin embargo, tratándose de un Mundial, los aficionados deberían hacer el esfuerzo por ir a otros partidos. Si no, también recaerá en FIFA y en la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), como promotor del evento, buscar estrategias para incentivar a la gente.

El propósito de este artículo no es vaticinar que todo va a salir mal en la organización del Mundial Femenino Sub 20, sino alertar de las cosas que se deben mejorar desde hace mucho tiempo y por parte de varios involucrados. Esta será una buena oportunidad para reivindicarse tras tantas vergüenzas históricas y así demostrar que Colombia está para un mejor calificativo que el país enano que Alfonso Senior describió de manera tan acertada.

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