Chimy Ávila: “Si yo llegaba a la final de un torneo a penaltis y perdía, mi familia no comía”
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Para conocer a un futbolista hay que adentrarse en su lado más íntimo. Y más si se trata de Ezequiel ‘Chimy’ Ávila (Rosario, 1994), un jugador poliédrico, con una imagen pública y un comportamiento desconocido en lo privado. El jugador repasó aspectos de su infancia que marcaron una personalidad singular en entrevista con Relevo. “Muchos de mis amigos ya no están hoy con nosotros, otros están privados de su libertad”, dice el Chimy, que tiene esa piel dura de quien creció en un entorno complicado.
Los recuerdos de su pubertad son felices. “Lo más lindo era estar pateando penaltis hasta tarde”, comenta sobre aquellos días en Empalmes Graneros, el humilde barrio en el que residía a escasos metros del campo de fútbol donde realizaba sus primeras travesuras. “Me peleaba con todos”, relata con una sonrisa para justificar ese apodo del Chimy -de chimichurri, una salsa picante- que le puso su padre. Criado con cinco hermanas, él es el mayor de los hombres, de ahí también su especial relación con su hermano Gastón, ahora jugador del Ajax.
Pero el Chimy también encontró la armonía en el Betis y Sevilla. “El Cristo de los Gitanos y La Macarena están siempre conmigo”, cuenta este futbolista muy creyente y con el cuerpo repleto de tatuajes. “Tengo a Manuel Escribano y al toro de Victorino que le pegó la cornada en Sevilla”, describe el delantero verdiblanco para abordar esa pasión por la tauromaquia. “Desde mi punto de vista es un arte, pero respeto a los que no les gusta”, cuenta para evitar polémicas. Suficientes ha tenido en las tres décadas de una existencia que requerirían horas y horas de conversación.
¿Qué recuerdos tienes de tu niñez?
Son muchos… Lo más lindo para mí era estar pateando penaltis hasta tarde y llegar ya de madrugada a mi casa. Hoy ha cambiado mucho, hoy le tienes que decir a tu hijo, por favor, vete a la calle y pégale una patada al balón. Y antes mi madre decía, por favor, deja ese balón y vete a dormir. Y eso es lo que más extraño, la infancia mía, el balón, el andar de bicicleta con mis amigos, esas cosas bonitas…
Tu casa en Empalmes Graneros estaba además al lado del campo…
Sí, nosotros abrimos la puerta de mi casa y chocábamos con el poste de la portería.
Allí surgió también el apodo de Chimy.
Me lo puso mi padre porque yo cuando era chiquito era muy jodido, me peleaba con todo. Bueno, era en el campo como es hoy en día, ¿no? Y entonces mi padre me puso chimichurri por allá. Eso es picante, ¿no?
¿Qué mensaje le transmitirías hoy a un niño de tu barrio?
Hoy Argentina está pasando, en mi barrio sobre todo, por épocas muy difíciles por cómo están las cosas. Y si yo pudiera hablar con un niño, le diría que estudie y que luche por su sueño porque todo puede ser capaz, todo es posible. Si uno lucha por su sueño, tiene que lucharlo porque no llega solo, hay que perseguirlo. Entonces le diría que persiga su sueño, que no es fácil, pero, si lo logran, después es bonito.
¿Sigues teniendo contacto con tu gente de allí?
Sí, sí, con la mayoría, con la mayoría, pero bueno, ya saben mi historia de vida… Ya saben que muchos de mis amigos ya no están entre nosotros, otros están privados de su libertad, otros trabajando humildemente… Pero suelo mantener contacto con los que trabajan en el barrio y no te voy a mentir, muchos chicos que están privados de su libertad a veces me mandan cartas y yo les escribo al Whatsapp de su familia y ellos imprimen la carta y se la llevan, ¿viste? Que hoy tengamos vidas diferentes, no dejamos de ser humanos y dejamos de ser amigos de esos pequeños que nos corríamos en bicicleta por detrás y todas esas cosas, ¿no?
¿Has llevado a tus hijos a conocer tus orígenes?
Sí, sí, mis hijas cuando van con su madre para allá, suelen estar en el barrio, disfrutan de… Yo le pido el favor siempre a mi mujer cuando va para allá que deje a mis hijas ahí libres en la cancha de fútbol, que se embarren, que se ensucien, que se corten el pie abajo con un cristal como me pasaba a mí o que vengan con la uña del pie golpeada, las dejo que disfruten y que vean. Obvio que no es lo mismo de hace 12 o 15 años atrás que ahora, pero la verdad que cuando van trato de que disfruten de eso.
Tú te criaste con cinco hermanas mayores. ¿Crees que eso te influyó en el carácter?
Quizás al ser el único varón en ese momento uno se sentía más arropado de hermano a mujer, pero también me hubiese gustado tener un hermano mayor para decirme, mira, estás así… Algo como lo que luego yo lo tengo con mi hermano, con Gastón Ávila. Trato de hablar, de aconsejarlo, uno le dice, mira, no vayas para aquí que te vas a golpear, porque yo ya me golpeé tres veces con esa pared… En el otro sentido yo era muy arropado por mujeres, era el único que jugaba al fútbol y mira, yo contagié a mis hermanas, que tengo hermanas que juegan al fútbol también en Argentina, las contagié yo y al final por lo que sea tuvieron que coger el balón ellas también.
Tengo entendido que con tu hermano también había piques cuando jugaban en contra…
Recuerdo un día que estábamos jugando él con sus amigos y yo con los míos en un partido de una Navidad, y él me saltó a cabeza y me dio un codazo. Después yo le tiré una patada y así porque era pica de hermano, ¿sabes? Y él no sé lo que me dijo, me di la vuelta, le pegué una buena piña y lo desmayé. Y ahí desde ese día dije, ‘wow, contra mi hermano no juego nunca más, nunca más’. Y desde ese día no juego nunca más contra mi hermano, no he tenido ninguna discusión con él, somos súper amigos, somos muy confidentes. Es lo que pasa en los barrios humildes, que al final el que es de potrero sabe lo que es competir y tener esa pica, quizás también por eso fueron todas las amarillas que he llevado durante todo este tiempo, pero sí, sí, con él teníamos muchas picas cuando jugábamos en contra.
Él también sabe lo que es sufrir por las lesiones.
Mira, se rompió él primero cuando llegó al Boca Juniors, el día que volvió a jugar después de esa lesión, el mismo día, terminó de jugar él y a las horas me rompí yo. Después me volví a romper yo y ahora se rompió él, así que hasta para eso competimos. Pero ojalá que hasta ahí llegue, ojalá, toquemos madera.
Antes hablabas de mensajes de Whatsapp especiales que llegaban hasta a la cárcel. ¿Existe un Chimy desconocido?
Tengo que darle también a la gente, ¿no? Yo también soy ese Chimy oculto que no me gusta enseñar lo que hago o dejo de hacer, porque lo que hago y dejo de hacer lo hago de corazón. Y he tenido miles de casos que he ayudado y yo siempre dije que… Yo he nacido pobre y si algún día tengo que ser pobre, la mano y las piernas las puedo usar para trabajar, ¿sabes? Y si tuviera que trabajar de nuevo, lo haría, pero lo que tengo yo me gusta compartirlo con gente que en realidad lo necesita y con gente que lo necesita para terapias. Me gusta hacerlo, pero siempre le pido a familiares o a gente que yo le dono que por favor a mí no me nombren, y que no saquen cámaras, nada, porque yo lo hago de corazón. Yo no quiero ninguna imagen, ni quiero que mañana digan no, el ‘Chimyto’ no es tal para… No, no. Yo lo que hago lo hago de corazón, lo que hace mi mujer lo hace de corazón y lo guardamos para nosotros y para mis hijas, que también gracias a Dios son como nosotros en ese sentido.
¿Has pensado alguna vez que hubieras sido sin el fútbol?
Soy muy apasionado de las motos, me gustan mucho. Ya saben que en Argentina el juego tradicional es el juego al pato con el caballo. Hubiese jugado a andar en caballo, la verdad, pero como siempre de chico tuve en la cabeza esto del fútbol.
Tampoco te ha pesado tener mil trabajos distintos…
Tengo un currículum largo en ese sentido. Como cuando mi madre me consiguió un trabajo de albañil y yo me quedaba dormido. Me quería matar. A la hora de comer me dormía, el jefe me buscaba por todos lados y yo durmiendo con unos cartones por encima.
Hablas con mucho cariño de tu infancia. ¿Crees que eso ha sido un plus para valorar lo que tienes en un mundo que mueve tanto dinero como el fútbol?
Sí, yo creo que sí, yo creo que es un super plus porque como lo dijiste vos, hay personas que son afortunadas y vienen de buenas familias, que no digo que las tengan gratis, pero quizás tienen otra clase de apoyo, quizás tengan otra clase de herramientas para poder llegar a ser profesional. Porque quizás soy un chico de 16 ó 17 años y viene su padre o su chófer que los lleva y los trae, y yo a mi edad iba a caballo para poder entrenarme o buscarme la vida. Es un plus que uno le ayuda a decir ‘mira, yo tuve este sacrificio’. A mis hijas en la casa siempre trato de decirles eso, que si uno quiere algo tiene que hacer sacrificio porque lo gratis al fin del camino no te deja ningún aprendizaje, ni decir ‘mira, qué bonito’, me quedo con este recuerdo que lo sufrí o lo pasé para poder estar aquí. Y entonces el sacrificio te enseña que durante el camino vas a ir más lento pero que en ese camino te quedas con muchísimo aprendizaje.
¿Sientes la diferencia entre jugar al fútbol para disfrutar como hacías de niño o ahora que es un trabajo?
Mira, yo siempre digo que he disfrutado mucho del fútbol y lo disfruto hoy en día. Disfruto muchísimo el fútbol. Y tengo la misma responsabilidad que cuando jugaba en el barrio, que cuando juego hoy. Porque si yo llegaba a la final de un torneo a penaltis y perdía, mi familia no comía. Y acá, si yo voy a jugar y pierdo, es una desilusión para mí y para mucha gente. Tengo la responsabilidad de la desilusión de mucha gente y la tristeza de mucha gente. Entonces, lo tomo a los dos con el mismo compromiso.
Hay personas importantes en tu vida. Si te hablo de los hermanos Bilicih…
Ellos en mi vida tienen una importancia muy grande porque cuando, como siempre digo, me encontraba en la tiniebla o en la oscuridad, como quieras llamarlo, fueron los que aparecieron con la linterna marcando el camino. Desde un principio me dijeron ‘mira, por acá está el camino, podemos ir sin luz o con luz pero para llegar al final del camino va a haber muchos valles’. Ellos me agarraron la mano y hasta el día de hoy seguimos con las manos apretadas.
Hay un chico en Newell’s, al que también…
(Interrumpe). Agu es un chico, muy buena gente, muy buena gente. Porque es muy dura la vida del chico.
Lo estás ayudando junto a tus representantes. ¿Te ves reflejado en él?
Mira, Agustín Juárez es un chico con mucha capacidad de futbolística pero también es un chico que ha tenido la vida muy complicada y creo que hasta el día de hoy la tiene complicada. De un día a la mañana no se puede cambiar muchas cosas. Agustín es un chico de barrio, un chico que ha sufrido muchas pérdidas familiares muy cercanas como la madre, el padre, hermanos y de golpe empiezan a aparecer familiares y él se encuentra quizás diciéndose: ‘Hoy he podido llegar, hoy tengo mi poca platita, tengo que ayudar’. En eso muchas veces creo que nos equivocamos porque primero tenemos que ayudarnos a nosotros mismos para luego poder ayudar a otros. Agustín es un chico que tiene una carrera extraordinaria, que puede llegar a tener o va a tener, pero dependiendo de él. Él sabe que el apoyo de mis agentes y mío siempre lo va a tener porque se lo merece y porque yo me veo muy reflejado en él.
A ti a tu llegada en Huesca hubo una familia que te acogió desde el primer día.
Juan Merino. Nos decimos tato porque hemos agarrado un cariño mutuo que hasta el día de hoy sigue intacto. Juan y la familia Merino en nuestra vida tienen un significado muy grande, van a estar siempre con nosotros porque la verdad que fue la familia que nos agarró apenas llegamos. Yo llegué con mi mujer y las dos niñas bebés, y desde el primer día hasta el día de hoy siempre apoyándome brindándome su amistad sin nada a cambio. Yo te diría, mirá, siempre de perfil bajo él jamás me ha pedido nada, siempre con su trabajo y son personas de valorar, ¿no? Fue la primera persona que entró cuando la cirugía de las rodillas y estuvo hasta que yo salí.
La religión está muy presente en tu vida y en tu cuerpo. ¿Sientes que tienes un Ángel de la Guarda siempre contigo?
Sí, siempre digo que mi Cristo de los Gitanos y la Macarena son lo que siempre están conmigo. Me aferro muchísimo a ellos por mi devoción por los dos. Siempre tengo ese plus antes de salir a los partidos de pedirle a ellos, y gracias a ellos mi cabeza está más centrada en la tranquilidad, en disfrutar de todas estas cosas bonitas que me están pasando con el Betis y saber que tengo ese plus con ellos.
Si tuvieras que elegir…¿Basílica de la Macarena o el campo del Betis?
Pero vos… Es como si te dicen que tienes que elegir entre tu hermana y tu madre. Es una pregunta que… Yo me quedo con las dos. La Macarena me ayuda muchísimo y el campo del Betis me da alegrías día a día. Son dos cosas distintas.
También eres muy taurino. Disfrutaste en Pamplona con los Sanfermines y aquí en Sevilla se te ha visto en la plaza, en ganaderías…
Tengo muchos amigos toreros. Respeto a los que no les gusta y a los que les gusta. Para mí el mundo del toro, desde mi punto de vista, es un arte, en el que el torero se juega a la vida y el toro lucha por ser el campeón. No me gusta entrar mucho en estas conversaciones, no sabés cómo lo pueden tomar las otras personas. Hay que respetar a ambas partes, al que le gusta y al que no le gusta.
Aquí tienes a Joaquín para poder hablar de toros. ¿Quién le da mejor a la muleta?
No, no, yo de esas cosas no sé. No he visto a torear a Joaquín todavía ni yo me he puesto. A mí me gusta, pero desde la barrera, déjame lejos. Esto es como decir, viste el del circo, que se para de arriba de todo y gira. Mirarlo está bonito, pero ya meterse ahí es complicado.
¿Tienes algún tatuaje taurino?
Sí, tengo a Manuel Escribano, con la cabeza del toro de Victorino que le pegó la cornada en Sevilla. Y tengo la pluma de él tatuada. Porque el día que él, después de la cornada, sale de vuelta a la Maestranza, que salió con mi ropa, yo le pedí a La Macarena y al Cristo de los Gitanos, que si Manuel, con el único toro que le quedaba, porque yo sabía que iba a salir, porque es de raza, que si él volvía a salir al ruedo y salía a hombros, me tatuaba la pluma de Manuel y una foto embistiéndo el toro. Y me lo hice.
¿Con el maestro tienes una relación especial?
El maestro tiene el físico de una persona de 20 años que va todos los días al gimnasio. Es una persona que se entrena mucho. Estamos juntos las veces que podemos. Ahora se me enamoró un poco, pero estamos mucho tiempo juntos. Y vos lo ves tan sencillo, tan simple. Después dentro de una plaza se juega la vida, que no es fácil jugársela. Porque por más que diga lo que se diga, la persona que está frente a un toro se está jugando la vida. Y él me aporta ese valor, ese coraje de cómo tomarse las cosas. Sólo con pararse frente a un Miura, un toro de 600 y pico de kilos… ¡Qué valor, qué valor! Y el amor que él pone hacia lo que hace, el mismo amor que pongo yo cada día al entrenamiento y al fútbol.