El Real Madrid, entre la sombra de los galácticos y el temor de convertirse en el PSG
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Carlo Ancelotti es un tipo conservador. Tal inclinación suele apreciarse en las alineaciones, donde es poco amigo de las revoluciones. Sólo contempla la rotación masiva con el “oso cazado”, aunque esta temporada, con siete competiciones, asume que deberá abrir las ventanas con más frecuencia. El otro contexto que ‘descubre’ la tendencia del italiano es la pizarra. Por ADN o por convencimiento, ‘Carletto’ aboga por construir las alegrías desde el equilibrio defensivo. Así cimentó sus éxitos en el Real Madrid, con un equipo fiable en tareas defensivas que impulse las ocurrencias de los atacantes, cada uno con sus musas. El equilibrio le obsesiona, como reflejó su enfado en la rueda de prensa de Son Moix, tras la primera cornada inesperada del año: “No quiero poner excusas. Sólo teníamos que hacerlo mejor, con más actitud. Cuando hablas del aspecto defensivo, se habla sobre todo de actitud, de compromiso”.
Dos palabras, actitud y compromiso, que el entrenador del Real Madrid utilizó como tirón de orejas. El técnico acabó muy molesto el encuentro al comprobar cómo el serio planteamiento de Arrasate, con tanta carrera como solidaridad en el barro, desarmó a su equipo y confirmó un temor que se ha arraigado tanto en el club como en el vestuario: el de partirse en dos.
La llegada de Kylian Mbappé y el adiós de Toni Kroos han modificado el ecosistema. Se ha pasado de un esquema con cuatro centrocampistas que poblaban los pasillos interiores a dos medios puros, un Jude Bellingham que debe tirar de freno de mano y tres flechas arriba con movimiento ilimitado y foco en la portería. Sobre el papel, y así lo ha afirmado Ancelotti en sus recientes comparecencias, esta constelación debe convertirse en un 4-4-2 en fase defensiva, con Rodrygo remangándose. En Son Moix se apreció que, con urgencias, el equipo tiende a un 4-2-4 que benefició al Mallorca y puso el foco en un temor que existía en la entidad madridista antes de este primer encuentro de Liga. “No hay que ser el PSG“, era el comentario, medio en chascarrillo medio en serio, que rondaba por la Ciudad Deportiva.
Ese es el pánico, olvidarse de ser el campeón del orden y de la pegada para caer en los defectos de aquel Paris Saint-Germain con Messi, Neymar y el propio Mbappé en la delantera. Aquella plantilla adoleció de ese mal de fractura que no le impidió pasearse por una liga francesa sin demasiados pitones pero que resultó una herida en Europa. Pese al dominio en su campeonato, eso sí, recibió algún aviso. Como el que le dio el Reims, capaz de empatarle en el Parque de los Príncipes (1-1). El defensa Yunis Abdelhamid dio la clave: “En las salidas de balón que tuvimos fue todo más fácil porque los tres de arriba, Messi, Neymar y Mbappé, no defienden. Sabíamos que cuando superásemos la primera línea…”.
La sombra del desequilibrio galáctico
Una vulnerabilidad que temen en el Real Madrid con la aglomeración de estrellas en ataque, tal vez escarmentados por el desequilibrio de la peor época de los Galácticos, aquel que devino con la salida de Makelele. Ancelotti advirtió tras el amistoso contra el Chelsea (“Sin balón tienen que sacrificarse todos, es la única manera de encontrar el equilibrio”), insistió tras el triunfo en la Supercopa de Europa frente a la Atalanta (“Lo más complicado es encontrar ese equilibrio“) y tampoco se contuvo en Mallorca, cuando vio que le volaban los dos primeros puntos de la temporada por un déficit en la parte que más le duele.
El siguiente dato dibuja el retrato y respalda el relato: el Madrid no interceptó ni un solo pase de los bermellones en toda la segunda parte (en la primera, tres). La media, debilitada sin Kroos, quedó expuesta por la inclinación de la vanguardia. Esa fue la queja de Bellingham cuando se metió en la conversación que mantenían Mbappé, Vinicius y Rodrygo en el descanso: “Ustedes tres, acaben las jugadas, porque correr hacia atrás… es muy duro“. El lamento del inglés es el reclamo de Ancelotti. O hay compromiso defensivo global o pinchazos como el de Mallorca dejarán de ser una advertencia para convertirse en un problema.