La toxicidad de la cultura idol
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Como las boy bands que dominaron occidente en los 90, las bandas idol son grupos musicales prefabricados, diseñados para satisfacer a sus fans, a un demográfico bien específico. Con las boy bands, un grupo de productores reunían adolescentes, hombres, como el nombre lo indica, y los elevaban al grado de celebridad, para ganar el mercado de mujeres menores de 20. En la cultura idol, un grupo de empresarios reúne a mujeres menores de 20 y las eleva a estatus de celebridad para satisfacer el mercado de hombres por encima de los 20 años y, en algunos casos, hasta los 70. Sí, suena algo perturbador y hasta triste si lo pensamos detenidamente, pero las idols en Japón son un fenómeno social sumamente complejo y una industria por demás tóxica que vamos a intentar explorar a detalle.
Vamos a dividir esto en dos partes, igualmente problemáticas. Primero, la industria que explota a las idols y, en segunda, los fans, quienes recurren a esta industria por sus propios problemas personales y culturales. La industria de las idol, como mucho del entretenimiento en Japón, está saturada. En grandes ciudades, como Tokio y Osaka, es común ver anuncios de presentaciones de bandas idol todo el tiempo, en todos lados. La mayoría piensa que las bandas idol son sólo las que han alcanzado éxito internacional y que consumimos, incluso, en occidente, las que tienen conciertos masivos, experiencias VR y videos musicales en YouTube. Pero lo cierto es que por cada banda que ha saltado a la fama y disfruta la gloria del éxito, hay docenas más que se consideran underground. Estas bandas idol underground suelen ser explotadas y maltratadas con la promesa de que todo valdrá la pena cuando llegue el éxito. La mayoría de las chicas que inicia su vida como idol lo hace entre los 13 y los 20 años, ya que a partir de los 24 o 25, ni siquiera se les permite hacer una audición. Como con los deportistas de alto rendimiento, tienen una vida profesional sumamente corta y el tiempo corre. Por esta misma razón, la mayoría de las chicas que decide entrar a la industria es demasiado inocente, ingenua o poco experimentada en el mundo, por lo que es más fácil que se animen a firmar un contrato leonino que sólo beneficia a los empresarios tras el grupo. Hay contratos que se firman por años, incluso hasta 7 o más, para mantener exclusividad con la banda. Muchas veces, a estas chicas no sólo no se les paga, sino que se les inicia cobrando por “entrenarlas” para ser idols. Clases de canto, clases de baile, presencia escénica, etc. Y esto no estaría mal, de no ser porque, en muchos casos, todo esto es aprendizaje que las mismas chicas realizan entre ellas sin tener un respaldo profesional real. Una vez pasado cierto tiempo, puede que les dejen de cobrar y que su “paga” sean esas mismas clases, a cambio de sus presentaciones. Y dinero hay, ya que los grupos idol cobran por todo: entradas a conciertos, ventas de discos, firma de autógrafos, fotos con las idols y hasta por saludarlas de mano. Todo se cobra y muchas de las chicas hasta abajo no ven un centavo de ello por años. Y los contratos les impiden salirse de esa situación explotadora, ya que hay cláusulas tan intimidantes como “si rompes contrato, no vas a volver a trabajar en la industria idol jamás. Eso asusta a una chica de 15 años, quien prefiere seguir adelante y, aunado a la cultura japonesa de no alzar la voz, sobre todo si se trata de mujeres, se vuelve un sistema perfecto de explotación laboral. Pero la cosa no se vuelve más fácil para quienes sí alcanzan el éxito. Ya que es una vida sumamente demandante en el que la producción controla cada aspecto de su vida, por contrato. Qué comen, con quién hablan, que no tengan novio, pareja o relaciones sexuales, qué dicen a los medios, cómo se visten y cómo se comportan. Todo está finamente calibrado para proyectar un ideal, el ideal de mujer japonesa: kawaii, pura, inocente, sumisa, linda, dócil, perfecta. Esa fantasía es lo que vende y tratar de llenar esos estándares imposibles ha llevado a las idol que fallen a disculparse públicamente, a ser lapidadas en Internet, a ser atacadas y amenazadas por el público que solía amarlas y, en casos extremos, hasta a quitarse la vida por no poder soportar la presión.
En cuanto a los fans, ésa es una historia igual de deprimente. El grueso de los fans de las bandas idol son hombres solteros de mediana edad, es decir, personas de entre 30 y 40 años. Y la razón por la que sienten una fascinación casi enfermiza por estas chicas es porque suelen ser personas que no se acomodan en los estándares de la cultura japonesa. Son hombres que no se ven a sí mismos como capaces emocionalmente y financieramente de sostener una familia, de conseguir una esposa o tener una familia de verdad y, en cambio, satisfacen esa necesidad de intimidad a través del culto a una figura femenina imposiblemente perfecta. Los fans de las idol ven a su idol favorita como suya, como si tuvieran una relación de pareja y están dispuestos a desembolsar millones de yen por tenerlas cerca, en sus conciertos, en la venta de sus productos y conociéndolas en vivo. De hecho, si uno va a un concierto de una banda idol lo más probable es que encuentre que la mayoría de los asistentes sean hombres adultos, quienes están adorando y desviviéndose por chicas menores de edad en muchos casos. Lo que, de este lado del mundo, sería inaceptable y considerado hasta una parafilia, en Japón es socialmente aceptable y visto como una válvula de escape, una industria que vale trillones de yenes y que se alimenta de un círculo vicioso en el que tanto los fans como las chicas de los grupos son explotados por ambos lados. Y, sí, claro que es posible ser un fan casual de una banda idol, de disfrutar su música y verlas sólo como artistas, pero para los fans acérrimos, la realidad es otra. Las idol están supliendo una necesidad que no pueden satisfacer debido a lo estricta que es la sociedad japonesa y los ideales que tienen en su cultura tanto para los hombres, quienes tienen que ser financieramente estables y capaces de sostener un hogar, como para las mujeres, quienes tienen que ser perfectas y proyectar el ideal de feminidad, que, al final, es el producto que venden las bandas idol.