¿Por qué nos gustan los battle royales?
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No hace falta ser un experto en gaming para saber que el género que ha dominado la mayor parte de este lustro es de los battle royales, desde los clásicos shooters en primera y tercera persona, hasta los menos ortodoxos, como Fall Guys, Super Mario 35, Pac-Man y hasta Tetris. Pero ¿por qué nos gustan tanto? ¿Qué es lo que sucede en nuestros cerebros al momento de jugar que nos tiene regresando por más cada vez, incluso cuando somos mancos y no ganamos? ¿Será que por fin se alcanzó la fórmula perfecta para los juegos de video o es una moda pasajera como cualquier otra? Prepara tu arma y alista tu paracaídas, porque vamos a adentrarnos en la psicología detrás del éxito de los battle royales.
Lo primero que hay que sacar a discusión es lo más obvio y superficial del asunto. Los battle royale, en su mayoría, son gratuitos. Sí, PUBG inició como un juego de paga, pero eso, a la larga, le costó muy caro, ya que otros títulos, como fortnite, Apex y Free Fire les comieron el mandado. Mientras que muchos otros títulos cuestan, en promedio, 60 dólares, los battle royales suelen ser gratuitos. Incluso Nintendo, que no regala ni la sonrisa, mantuvo como gratuitos sus battle royales de juegos retro, y la popularidad de Fall Guys llegó justamente cuando el juego fue puesto como gratuito en el verano de 2020 para usuarios de PlayStation. Como reza el viejo refrán: gratis, hasta las patadas, y los battle royales son prueba de que no necesitas cobrar para el juego para ganar cantidades obscenas de dinero, como Fortnite ha demostrado.
Esto nos lleva al segundo punto, lo que sí nos venden. Normalmente, repelemos las microtransacciones en juegos AAA. Después de todo, si ya pagamos 60 dólares por un juego, ¿por qué deberíamos pagar más dinero para desbloquear cosas? Esto es todo lo contrario en el caso de los battle royales free to play. De hecho, eso es parte de su encanto, en realidad. La mayoría de los battle royales, como Fortnite y Free Fire, operan bajo un sistema enfocado en la progresión de tu personaje, a través de los pases de batalla y la subida de niveles. Pero también te ofrece opciones de personalización como pocos juegos en la industria. Esto, como veremos en un punto más adelante, tiene mucho que ver con el enganche y el éxito del género.
Ligado a lo anterior, llega el punto de la generación de hábitos y cómo éstos operan en nuestros cerebros. Las recompensas y la progresión en estos juegos suelen estar ligados a completar tareas, a superar retos, a realizar una actividad bien varias veces y obtener una recompensa por ello. Esto crea cierta pegajosidad en nuestro cerebro, y hacemos las cosas ya casi por instinto. A nuestros cerebros les gustan este tipo de actitudes disciplinadas, ya que, cuando algo se vuelve un hábito, así sea eliminar a enemigos con un arma determinada 20 veces seguidas, genera nuevas sinapsis. Es decir, nuestro cerebro, literalmente, se reprograma para las nuevas actividades que estamos dándole a aprender, repetir y perfeccionar. En términos simples, dejar de ser manco es bueno para nuestro cerebro. Si a esto le añadimos que los tiempos entre el fin de una partida y el inicio de otra, no importa en qué momento perdiste, son mínimos, tenemos un ciclo continuo casi ininterrumpido para jugar.
Otro aspecto que se maneja en estudios de psicología tiene que ver con un fenómeno conocido como el efecto de estar a punto de ganar, algo que se ha analizado a profundidad entre los ludópatas y jugadores de azar. Éste nos indica que las recompensas que nos ofrece nuestro cerebro por la emoción que obtenemos por estar cerca de ganar son enormes y casi adictivas. Incluso, se argumenta que esta sensación es incluso mejor que la de la victoria en sí misma, ya que estar a punto de saborear la gloria nos provoca una sensación indescriptible y, cuando no logramos ganar, queremos volver a intentarlo inmediatamente, sólo para volver a tener ese rush. Por eso es por lo que te siguen dando ganas de jugar cuando quedas entre los últimos 5, aunque nunca te lleves la victoria. Todo está en nuestros mecanismos de recompensa.
A esto hay que sumarle que los juegos tiene en sí mismos incentivos para seguir jugando. Uno de éstos es por diseño, la colocación al azar de cofres, de misterios, de tesoros, que provocan una respuesta de satisfacción inmediata y nos tienen pegados al juego para saber qué pasa con los cofres misteriosos, qué hay detrás del búnker, etc. La segunda parte viene en la forma de eventos y colaboraciones, algo relativamente más reciente. Mientras más contenido adicional se le da a un juego, mayor será el número de jugadores que se mantengan activos jugando, ya que cada nueva actualización supone, en términos abstractos, un juego nuevo. Aunque la mecánica central del battle royale se mantiene igual, el mapa puede cambiar o tener misterios, o se añaden nuevas mecánicas, o Galactus está atacando el universo. Todo esto está diseñado para atraer nuevos jugadores, sí, pero también para darle nuevos aires a los jugadores veteranos y que no sientan que es algo repetitivo.
Pasemos ahora al aspecto social de los juegos. De acuerdo con psicólogos especializados en niños y adolescentes, los juegos en línea en los que hay una alta interacción social proveen lo que se conoce como un tercer espacio. Esto en referencia a que los jóvenes en edades escolares suelen tener dos espacios para convivir con otros: la casa y la escuela. Pero, incluso en la escuela, su interacción está regida por una autoridad. En cambio, un tercer espacio, como lo es una partida en un battle royale ofrece un tercer espacio para interactuar con otros, pero lejos de figuras de autoridad, como padres o maestros.
Sorbe las mecánicas en sí mismas, pese a ser una premisa muy sencilla en la que 50 o 100 jugadores se enfrentan entre sí y debe quedar sólo en pie, hay aspectos psicológicos intrincados detrás. Veámoslos uno por uno. Primero, tenemos el hecho de que el énfasis de los battle royale es el del logro individual, ver cómo una persona que empezó sin nada está solo contra el mundo y se abre paso para ser el único vencedor. Cada juego es una narrativa en sí misma, y en cada uno vemos una historia de cero a héroe en 25 minutos. Es por esta razón también por la que los battle royales son el género perfecto para ser un espectador y por lo que hay millones de horas de contenido en Youtube y Twitch en torno a los battle royales. Vemos una historia de principio a fin. Nuestro héroe se enfrenta a las probabilidades. ¿Triunfará? Y conocemos la respuesta inmediatamente.
El segundo aspecto va ligado a esto, ya que los battle royales les hablan a nuestros cerebros primitivos. En esencia, un battle royale es un juego de supervivencia. Hay que sobrevivir ante los elementos, el mapa y los otros jugadores; hay que explorar, extraer recursos y, en algunos casos, construir un refugio. Eso es básicamente para lo que estamos programados como especie y lo que nuestros ancestros más primitivos tuvieron que hacer desde antes de caminar en dos pies. Desde un punto de vista psicológico y evolutivo, le hablan a nuestras necesidades más básicas y puras.
Por último, tenemos la pirámide de Maslow. En psicología, la pirámide de Maslow es utilizada para representar de forma jerárquica las necesidades del humano. Mientras más baja sea la parte de la pirámide, más primitiva será la necesidad, mientras que, más cercana a la punta, son necesidades más complejas. Los 5 puntos de la pirámide son necesidades fisiológicas, de seguridad, pertenencia y amor, estima y auto realización; es decir, éxito personal y sensación de logro. Los battle royales cubren, por diseño, los 5 puntos de la pirámide de Maslow. No sólo tenemos que cubrir necesidades fisiológicas y de seguridad, como mantenernos vivos y con energía, sino que pertenecer a una comunidad también satisface nuestras necesidades. No necesitas formar parte de un clan, con saber que eres parte del fenómeno de los battle royales es suficiente a veces para sentirte parte de algo más grande que tú. En cuanto a la estima, podemos ver cómo se forman amistades, cómo tu escuadrón es tan importante para ti como tu familia sanguínea, la felicidad viene no sólo de jugar, sino de jugar con amigos. Y, por último, la auto realización, en el que tenemos satisfacción al ser el vencedor, sí, pero también cuando podemos expresarnos libremente como somos. Aquí entra en juego lo que hablábamos al inicio sobre la personalización. Ponerle uns skin, un emote, cambiar el especto de tus armas o hasta de tu paracaídas forma parte de expresar quién eres, de tener un sentido de explotar tu potencial como jugador al máximo y sentirte cómodo en cómo luce tu personaje para ti y para los otros. Todo está conectado.
Como Podemos ver, no hay una respuesta sencilla sobre por qué nos gustan los battle royales. En realidad, es toda una combinación de elementos que se mezclan perfectamente para trabajar de la mano con nuestros cerebros. Los battle royales son una representación de todo lo que nos gusta como humanos, pero en un envase práctico, cómodo, gratuito y nunca repetitivo.