Goliath tiene más vidas: Ohio State jamás hubiera sido campeón en los primeros 154 años de la NCAA y bien podría haber despedido a su coach de no ser porque ahora 12 equipos juegan el Playoff

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Ohio State, campeón de la NCAA con ayuda del nuevo formato|Dale Zanine-Imagn Images

El fútbol americano colegial coronó el lunes por la noche a su nuevo campeón, los Ohio State Buckeyes. El equipo más talentoso, viendo la lista de prospectos para el Draft, pero uno que jamás se hubiera coronado en los primeros 154 años del college y su entrenador seguramente habría pasado a formar parte del club de los desempleados, pero el cambio en el formato de la postemporada hace que la NCAA deje su esencia y sea más como la NFL.

El fútbol americano colegial es tan popular en Estados Unidos (solo por detrás de la NFL) por el colorido, las tradiciones, las rivalidades y que era el deporte con el campeón que más méritos tenía. Existieron un puñado de formatos previos, desde elegir campeones por votación a computadoras que seleccionaban a los finalistas y eventualmente la postemporada de cuatro equipos. La lógica no aplica en esto en el fútbol americano colegial y por eso a la gente le encanta.

En todos los formatos anteriores, una derrota te dejaba al borde del abismo, dos terminaba tu año. Muchas veces el mejor equipo no ganaba. Con apenas una docena de juegos, no podías salir dormido a media campaña, como la NBA o MLB y hasta la NFL. Tenías que ir casi sin errores. Ohio State no hubiera sido campeón en el anterior siglo y medio porque no fueron un equipo perfecto en la temporada 2024.

Comenzaron el año como el número 2, cortesía de una generación que decidió volver pese a que eran prospectos para el Draft (Emeka Egbuka, J.T. Tuimoloau, Denzel Burke, Jack Sawyer, TreVeyon Henderson pasaron de la NFL), 20 millones para retenerlos y traer jugadores de otros lados (Caleb Downs y Quinshon Judkins). El coach Ryan Day, quien heredó un equipo Top 5 tras el enésimo retiro de Urban Meyer en 2018, no había podido ganar el partido grande (su mayor victoria era terminar la carrera de Trevor Lawrence en Clemson en una semifinal). No había asiento más caliente que el de él, por más que tuvo la mala fortuna de la lesión de Marvin Harrison hace par de años en semifinales ante Georgia. Seguía la sombra del comentario de Jim Harbaugh, de que no había hecho nada: “Hay gente que nació en tercera base y piensa que conectó un triple”. Más cuando su eterno rival, Michigan, era el campeón reinante y les había ganado los últimos tres duelos.

Ohio State y Ryan Day tenían tres objetivos: vencer a Michigan, ganar la conferencia del Big Ten y ser campeón nacional. Falló en los primeros dos, incluyendo una bochornosa derrota en The Game ante unos Wolverines sin todos sus prospectos NFL, pero que les ganaron 13-10 y eso les dejó sin jugar la final de conferencia. El coach estaba en la tablita. Todos pedían su cabeza en noviembre y seguramente la hubieran tenido en cualquier año previo a 2024, pero se abrió la postemporada de 12 equipos. Los Buckeyes seguían vivos pese a sus dos derrotas, algo que ningún campeón había tenido salvo en el legendario y caótico año 2007.

El nuevo formato del College Football Playoff permitió que unos 20 equipos siguieran con opciones de pelear por el título a finales de noviembre. Eso amplió la baraja de posibilidades, pero no trajo sorpresas en la postemporada, como las ‘Cenicientas’ de March Madness. Todo lo contrario.

El nuevo formato de la NCAA hace que Goliath tenga más oportunidades. Los programas que dieron la sorpresa (SMU, Indiana, Boise State, Arizona State) se fueron en su primer partido, cayendo ante los programas de mayor tradición; solo los Sun Devils dieron pelea. En lugar de eso, vimos a Georgia colarse con dos derrotas, al igual que Texas. Clemson pasó con cuatro derrotas, pero ganó su conferencia. Notre Dame entró pese a caer con Northern Illinois en septiembre. Ohio State también recibió una vida más.

Esa derrota ante Michigan, en lugar de costarle el puesto a Ryan Day, les dio una nueva vida y tuvieron que ir ‘all in’ o se podrían haber ido sin ser campeones nacionales. Dejaron el juego titubeante y conservador, quitaron los frenos a su ofensiva. Arrollaron a Tennessee y cobraron venganza de Oregon. Sobrevivieron ante Texas y a Notre Dame le iban ganado por 31-7.

¿Campeón justo? Sí y no. El mejor equipo ganó, pero realmente no lo merecían porque habían patinado dos veces. Hubo más emociones por los partidos extra, pero se pierde un poco el colorido, intensidad, rivalidades y todo lo que había en juego semana a semana.

¿Esto es bueno o es malo? Posiblemente a la gente le guste, porque hay más emociones en partidos puntuales, pero la NCAA está dejando de ser lo que fue por siglo y medio, con el riesgo de perder mucho de lo que hacía que fuera la temporada más intensa y pasional, separando más la brecha entre David y Goliath, terminando el sueño de las Cenicientas mucho antes de las 12 y reduciendo el rol de la temporada regular. Es todo sobre los Playoffs, como en el resto de ligas. Perder por cuarta vez ante tu más odiado rival, en casa, como favorito de 20 puntos, ya no te deja sin opciones de ser campeón ni es el clavo en el ataúd de tu seguridad laboral.

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