Josy Barthel y la medalla de oro que nadie esperaba en Helsinki 1952
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Luxemburgo, un país que a mediados del Siglo XX tenía una población de apenas 250,000 habitantes y cuyo territorio es tan pequeño que se puede recorrer en tan solo un día en automóvil conseguiría, a través de Josy Barthel en Helsinki 1952, una de las medallas de oro más improbables en la historia de los Juegos Olímpicos.
Barthel había realizado la mayor parte de su entrenamiento en las fuerzas armadas de su país pero hablar ya de destacar en el olimpismo era algo mucho más difícil, no obstante, en Londres 1948 ya daba indicios de lo que era capaz cuando finalizó noveno en la final de los 1500 metros.
Cuatro años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, Barthel se llevó la medalla de oro cuando nadie, ni siquiera los organizadores les daba una posibilidad de subir al podio o ganar la presea dorada, por lo que no tenían la grabación del himno nacional.
La orquesta que se encontraba amenizando la competencia durante aquella tarde tuvo que improvisar sellando así uno de los momentos tal vez más ‘incómodos’ pero también más recordados en la historia de las justas veraniegas.
Barthel lloró desconsoladamente pero no eran lágrimas de felicidad como suele pasar con los atletas al subir al podio, aquella emoción se debía al resentimiento que experimentaba por la situación en la que se había subestimado de manera notable a su nación.
La hazaña fue tan increíble que para dar una justa dimensión hay que tener en cuenta que, hasta nuestros días, aquel pequeño país no ha sido capaz de ganar otra medalla de oro y todavía figura como el único metal dorado en la historia de Luxemburgo.