La emotiva historia detrás de Derek Redmond, quien cruzó la meta en una pierna y con ayuda de su padre
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Hay historias que se quedaron grabadas para siempre en la memoria de los Juegos Olímpicos, la mayoría por victorias heroicas pero otras tantas como el caso de Derek Redmond, por un último lugar lleno de emotividad debido a que sucedió prácticamente sin una pierna y con la ayuda de su padre después de lesionarse en plenas semifinales de Barcelona 1992 en los 400 metros planos, cuando parecía el favorito sólo por detrás de los estadounidenses.
Derek Redmond había alcanzado los reflectores en Gran Bretaña tras romper el récord nacional de los 400 metros planos en 1985. La idea detrás de los dirigentes del deporte en su país era impulsarlo para que diera su mejor versión en los Juegos Olímpicos de Seul 1988 cuando cumpliera 23 años, en pleno apogeo de sus facultades físicas. Su preparación le bastó para llevarse un Campeonato Europeo de Atletismo al año siguiente.
Pero las lesiones, un tema que arrastró en toda su carrera, comenzaron a aparecer. Un problema en el tendón de Aquiles en pleno calentamiento le impidió competir en la justa veraniega dentro del país asiático. Después de abandonar la pista, el calvario del británico no paró porque tuvo que pasar por cinco operaciones durante el siguiente ciclo olímpico.
La idea de Derek Redmond era llegar sano a Barcelona 1992 y aunque tenía sus problemas físicos a sus espaldas, no sólo pudo clasificar sino que volvió a aparecer entre los favoritos. El británico llegaba de una cirugía, apenas cinco meses antes de la competencia de atletismo en la ciudad española. El velocista no compitió durante semanas con tal de llegar lo más fresco posible.
A mitad de las semifinales de Barcelona 1992, Derek Redmond sufrió una nueva lesión sobre su ya desgastada pierna derecha. En el horizonte todavía quedaba tramo para terminar los 400 metros planos, así que cada uno de sus competidores lo rebasaron en la pista. Con la adrenalina, el espíritu de competencia y la urgencia de llegar a la meta, posiblemente, en su última carrera como profesional, el histórico corredor siguió a pesar del dolor.
Su padre lo veía desde las gradas prácticamente con lágrimas en sus ojos y al ver que su hijo iba a forzar su pierna, decidió bajar en contra del cuerpo de seguridad que no pudo detenerlo. El papá de Derek le suplicó que no continuara, pero al ver que su descendiente no quería ceder, lo ayudó a cruzar lo que restaban de los 400 metros planos en una imagen impresionante y que a la fecha nadie olvida dentro de la historia de los Juegos Olímpicos.