La historia de Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim, y el fair play en los Juegos Olímpicos

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La historia de los Juegos Olímpicos ha tenido capítulos oscuros, pero también existen algunos que sirven como el mejor ejemplo del fair play, como el que acaban de volver a protagonizar Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim en Paris 2024.

Es así que nuestro especialista, Alberto Lati, nos relata en ‘Paris de Noche’, lo sucedido y nos transporta al pasado, para descubrir algunos otros capítulos que le han dado vida al espíritu olímpico.

Hemos empezado con el salto de altura aquí en París, tal y como lo terminamos tres años atrás en Tokyo, con fair play y con los mismos personajes, estrechados, abrazados, en el respeto mutuo. Tres años atrás, Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim compartieron el oro con un nivel de solidaridad y camaradería atípicos, no sólo para lo que es la alta y voraz competencia deportiva, sino acaso para la vida.

HACER EL PARO NOS MUEVE

Barshim me contó en una entrevista que le hice en Qatar, que tuvo una razón de fondo para compartir y no pelear para tomar la cima en solitario porque un competidor empedernido como los son los atletas acá tiene qué superar y quiere superar a todos, y la razón era que Barshim sabía que su gran rival había luchando ante una gravísima lesión que pudo implicarle el retiro, tal como Barshim mismo había vivido, compartían ese pasado de duda, incertidumbre y de dolor.

Entonces avanzamos la cinta rápido, tres años hasta acá, hacia París. Los dos portaron sus respectivas banderas en la inauguración de estos juegos. Tamberi volvió a Roma y apenas tres días atrás nos sorprendía con un mensaje en redes sociales que estremecía, explicaba que tenía piedras en el riñón: ‘Todo lo que puedo hacer es esperar y rezar. No me merezco esto, hice todo por estos Olímpicos. No sé cómo, pero ahí estaré y daré mi alma en cada salto’.

Viajó, disminuido. Llegó a la competencia preliminar y de inmediato no fue Tamberi, sino quién fue el que tuvo una lesión, fue Mutaz, su rival qatarí. Y antes que los médicos, quien llegó a atenderlo y acompañarlo, Tamberi, su gran rival, su gran contrincante.

No es médico, no podía diagnosticar, pero tenía que estar ahí, tenía que mostrar que en ese instante él era la persona que iba a estar junto a alguien que me dijeron no son grandes amigos, no se van a cenar. Simplemente han entendido que la rivalidad nos hace mejores, nos hace sacar lo mejor de nosotros.

Mismo día en el que hubo otra imagen maravillosa, en voleibol un estadounidense le dijo al juez que se equivocó, no es punto para nosotros, es para Polonia. La pelota rozó mi mano, o también con la poderosa imagen que ya es célebre de Biles y Chiles haciéndole reverencia a Rebeca Andrade em el podio.

Quizá llaman la atención estos casos porque son los menos, porque recurrir a lo que sea para ganar sigue siendo habitual, no nos vamos a engañar, no seamos ilusos y es algo que viene de la antigua Grecia.

En Olimpia para saltar al santuario en el que se competía, había una serie de estatuas de Zeus, ante ellas pasaban los atletas. Al pie de cada estatua de Zeus se podía leer el nombre de un atleta y algunos dirán, oye qué honor, pero no, era qué vergüenza, escarnio y exhibición a perpetuidad. Tenían que pagar por la trampa una multa y por eso se ponía una estatua y su nombre para que todo atleta que saltara dijera, este que compitió hace 300 años hizo trampa. También un mensaje para que ellos dijeran ‘si hago trampa, para la perpetuidad quedaré mancillado, manchado.

En los Olímpicos modernos, en la maratón de San Luis 1904. Frederick Lorz ya había sido campeón y luego descubrieron que parte de la distancia la hizo en un vehículo y entonces se coronó a Thomas Hicks, quien en el camino recibió tres raciones de whisky con huevo crudo y estricnina, dopaje a lo que da, se pudo morir a media carrera según explican los médicos.

Sí, el fraude, el priorizar maquiavélicamente la victoria, por encima de todo valor, eso está ahí, pasa habitualmente, pero muy de vez en vez, muy de repente podemos encontrar en los Olímpicos esa esencia tan especial. Pasa poco, pero si pasa poco es porque puede pasar a menudo y si pasa a menudo, a lo mejor algo bueno puedan cultivar.

HACER EL PARO NOS MUEVE

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