Osmar Olvera y Juan Celaya, una historia de superación con sabor a oro olímpico

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Los Juegos Olímpicos Paris 2024 han sido testigos de uno de los capítulos más importantes en la historia del deporte mexicano, al conquistar Osmar Olvera y Juan Celaya una medalla de plata con sabor a oro, en la prueba de 3m trampolín sincronizados varonil

Nuestro especialista, Alberto Lati, analiza la actuación de la dupla mexicana en ‘París de Noche’, conociendo el pasado y el presente de los clavadistas tricolores, quienes han tenido que sortear algunas situaciones fuera de la alberca para saltar directamente al podio olímpico.

Juan Celaya y Osmar Olvera, antes que los rivales, que los oponentes, los deportistas deben sobreponerse a otros dos rivales y estos sí son más severos, estos sí en ocasiones pueden ser invencibles, a qué rivales me refiero, por un lado a las lesiones, por otro lado al tiempo, que es inexorable y entonces, Osar Olvera, quien tiene sólo 20 años ya se asomó al drama de pensar que su sueño de una medalla olímpica terminaban por un problema físico, las lesiones, uno de los rivales que no podemos controlar.

HACER EL PARO NOS MUEVE

Juan Manuel Celaya está por llegar a los 26 años y ya tuvo que reflexionar sobre si ese anhelo de ser medallista olímpico, que tiene desde la infancia como nos contó su madre, ya había terminado.

Lesiones y tiempo, esos sí, son los rivales definitivos porque van en el paquete de la rivalidad contra uno mismo, de mejorarnos a nosotros y no los podemos controlar.

Osmar sufrió una lesión de hombro que lo obligó a pasar por el quirófano. El riesgo de no volver a plenitud, el riesgo de perder las condiciones de plasticidad, electricidad, potencia, resistencia desarrolladas desde que comenzó en este camino, ese riesgo era enorme cuando estaba siendo operado, el hombro en un clavadista es vital. Lloró, temió, pero pese a las lágrimas y al miedo hizo lo más relevante de estos Juegos y de la vida, no claudicar.

Había ido a Tokyo, siendo casi un niño. Estaba seguro de que ganaría medalla, así lo decía en Tokyo, siempre determinado y no la ganó, iba empezando, no era su momento, se empecinó en que en París sería y de repente el quirófano, y cuando salió del quirófano tenía una causa, la disciplina en lo que sí controlaba, al rival no lo controlas, menos en los clavados, cada quien hace lo suyo, qué sí controlaba, la rehabilitación, dolores que se multiplicaban al cerrar la doble o triple sesión, momentos en los que tenía que volverse a tirar enésimas veces a la alberca de colchones primero, a la piscina y a las dudas de preguntarse si el hombro va a resistir contra ese rival, la lesión.

Claro que Osmar pudo y ya ningún otro lo iba a poder frenar y paso a Celaya, quien me dijo claramente con la medalla recién colocada, yo pensé que mi sueño ya no era. Vivía entre dos realidades, por un lado, becado por la universidad de Luisiana, un brillante alumno de ingeniería. Por otro, también brillante, pero clavados, tan brillante que Yael Castillo lo vio a los 17 años y lo invitó a ser su dupla rumbo a Tokyo.

Extenuado, tenía que encontrar el equilibrio, entre los estudios y no descuidarlos, pero también el seguir el proceso atlético y en Tokyo la medalla la dábamos por hecho, pero el último clavado sacó a la dupla mexicana del podio, de ese podio que parecía seguro. Volvió a su otra vida, después de esa frustración. La vida estudiantil en Estados Unidos, asumió y dijo que ya se había terminado, el sueño ya no es para mí. No fue a Panamericanos, a Centroamericanos, a Mundiales, no tuvo el proceso natural que antecede a Olímpicos, máxime con una pareja en sincronizados y de repente todo cambió, a poco de Paris 2024. Se integró a la dupla con Osmar y ese tiempo que parecía haberlo derrotado, el tiempo inexorable, era ahora el vencido, juan Celaya había ganado esa batalla, entendido como Osmar derrotó a la lesión, entendido como Celaya derrotó al reloj.

No debe extrañarnos que hayan actuado sin el menor complejo, más preocupados por hacer bien su saludo y a partir de eso focalizarse en ser uno mismo al saltar del trampolín y entonces los teóricamente invencibles chinos, desde ayer teóricamente, porque hoy salieron de la piscina perplejos, pálidos, sin atreverse a festejar, sin entender qué fue lo que pasó y cómo fue que lo ganaron. Como colofón, un recuerdo, a inicios de este 2024 tuve el privilegio de estar con Osmar y cómo superar a los chinos y me respondió, que piensen los chinos cómo superarme a mí. Ganaron una plata que todos se preguntan si acaso tuvo que ser de oro.

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