Simone Biles, en la antesala de sus terceros Juegos Olímpicos, mejor preparada para la presión
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Simone Biles no está “curada”. Una cura implicaría poner fin a lo que pasó, con una victoria decisiva.
La superestrella de la gimnasia ha aprendido algo en los tres años transcurridos desde aquellos días extraños e inciertos en los Juegos Olímpicos Tokyo 2020, cuando privilegió su salud mental y su seguridad personal, por encima de la búsqueda de más gloria olímpica. Supo que la batalla para protegerse a sí misma jamás termina. Nunca se gana.
Aprendió esa lección frente a la atención mundial en Japón, adonde llegó como el rostro de los Juegos Olímpicos, sólo para retirarse de múltiples competiciones, incluida la final por equipos, a raíz de que su cuerpo simplemente dejó de hacer lo que le pedía el cerebro.
Biles le dio nombre a aquella sensación con el término de ‘twisties’. En la superficie estaba bien. En lo más profundo algo andaba mal y era difícil definirlo.
“Ella no puede explicarlo siquiera, y los médicos a quienes consulta probablemente tampoco se lo pueden explicar”, dijo Laurent Landi, quien junto a su esposa Cecile ha entrenado a Biles desde 2017. “Es un trauma que le ocurrió y que llegó en un mal momento, y ella no pudo manejarlo. Es tan simple como eso. Ella no pudo funcionar. No pudo ser gimnasta en ese momento”.
Biles competirá por primera vez este año durante el U.S. Classic que se realiza este fin de semana. Llegar tan lejos ha sido difícil. Requirió una nueva mentalidad. Por momentos hizo falta también literalmente un toque maternal y una vigilancia constante para trabajar en ella misma.
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— USA Gymnastics (@USAGym) May 17, 2024
Ahora, sabe que ese trabajo no tiene fecha de caducidad.
Biles trató de sobrellevar la atención desmedida antes de Tokio. En algún momento, las emociones acumuladas y las agresiones que percibió causaron que algo “se rompiera”.
La gimnasta estuvo en terapia antes de los Juegos Olímpicos, pero había hecho una pausa en el tratamiento y viajó. Bajo la mirada de millones de personas, abandonó el recinto tras un salto errático en el potro durante la final por equipos. Luego llamó a su familia en Texas.
Nellie Biles contestó la llamada y escuchó a su hija del otro lado de la línea. Le dijo y una y otra vez, entre lágrimas: “Mamá, realmente no puedo hacer esto. Estoy perdida. No puedo hacer esto”.
Biles se retiró de un puñado de finales antes de volver para conseguir un bronce en la viga de equilibrio. Se trata de la medalla que la gimnasta más condecorada en la historia considera la más importante en su carrera.
Pese a lo atemorizante de la experiencia, le sirvió a Biles para darse cuenta de que no podía ignorar la salud mental.
“No pude huir de eso, ustedes lo saben”, dijo Biles a The Associated Press. “Simplemente me responsabilicé y dije: ‘¡Hey, esto es por lo que estoy pasando y ésta es la ayuda que voy a obtener'”.
El apoyo ha llevado a Biles de vuelta a un lugar que conocía: la cima de su deporte y la antesala de otros Juegos Olímpicos. Biles cree firmemente que se encuentra esta vez en un lugar mejor, gracias en parte a las reuniones semanales con su terapeuta.
El otoño pasado en Amberes, Bélgica, Biles ingresó en una arena prácticamente vacía durante una práctica oficial antes del Mundial, su primera competición desde Tokio. Según Nellie Biles, algo en la escena evocó “un momento de desorden por estrés postraumático”.
Biles se alejó del escenario para recomponerse tras la sensación.
Salió adelante en parte gracias a la decisión de sostener una reunión mediante FaceTime con su terapeuta, algo que rara vez hacía tan cerca de las competencias hasta que cambió su postura, en los entrenamientos para el U.S. Classic del verano pasado en Chicago.
“Sé lo importante que es para mí seguir presente, consciente y no demasiado ansiosa”, refirió. “Así que sí, seguiremos con esto”.
Hubo otros aspectos que hicieron a Biles sentirse más cómoda en Bélgica. Cada día, Nellie Biles llegaba al cuarto de hotel de Simone y pasaba de 30 a 45 minutos, arreglándole el cabello, algo inédito.
“Mi hija tiene 27 años y sé que puede peinarse sola”, dijo Nellie Biles. “Es sólo ese toque, ese hecho de estar juntas, ese vínculo, lo que sé que necesita. Y ha funcionado”.
La competencia terminó como muchas otras durante el dominio de una década ejercido por Biles: con una buena cosecha de preseas y con el escenario listo para un año olímpico potencialmente histórico.
Biles se casó hace un año con Jonathan Owens, actual safety de los Bears de Chicago. Ambos construyen una casa en un suburbio de Houston.
En cierto modo, Biles es como cualquier otra recién casada de veintitantos años. Su excompañera olímpica MyKayla Skinner dio a luz a una hija el otoño pasado.
“Es lo que yo debía estar haciendo”, refirió Biles, al compartir un sentimiento que la asalta en ocasiones.
Pero en vez de ello “sigo dando giros aquí todavía”, y entrenando junto con otras gimnastas con aspiraciones olímpicas, muchas de las cuales son una década más jóvenes y la consideraban su ídolo en su niñez.
¿Por qué sigue esforzándose en esto?
“Pienso que, después de todo lo que he pasado, quiero ir más allá de los límites”, respondió. “Quiero ver cuán lejos puedo llegar qué soy capaz de hacer todavía, de modo que, una vez que me aleje de este deporte, pueda estar realmente contenta de mi carrera y decir que lo di todo”.