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Lo que inició con el Gran Premio de Austin no fue obra de la casualidad, fue resultado de un gran esfuerzo por parte de Sergio ‘Checo’ Pérez por revertir una mala racha que llegó a afectar su confianza y autoestima; México fue la prueba de su desesperación por recuperarlas.
Enganchado con la Fórmula 1, el tribunal mediático se alimenta del color amarillo y el aficionado, en ocasiones pobremente informado, saca sus conclusiones alentado por quienes gustan de criticar sin una base de conocimiento real.
El automovilismo, especialmente en la máxima categoría, es una combinación de deporte-espectáculo que, como genera pasiones, genera decepciones y requiere ser entendido para que se pueda opinar desde una adecuada perspectiva.
A Checo Pérez le ha costado trabajo empatar los resultados de su compañero de equipo, Max Verstappen, titular y con un talento fuera de serie, elemento primordial para conseguir un tricampeonato en forma consecutiva.
Lo mismo pasó con sus predecesores, con la diferencia de que ha sido Pérez quien logró el objetivo que los otros no alcanzaron, como fue ayudar a Verstappen a lograr su primer Campeonato de Pilotos y a su equipo, el de Constructores.
No cabe duda que Sergio Pérez tiene las armas de las que los demás carecen para plantarle cara al neerlandés, pero no es tan sencillo, solo hay que poner atención a lo que dicen quienes tampoco se le han podido acercar.
Así de claro.