El pasado domingo la selección nacional se presentó ante el público del Estadio Azteca con algunas cuentas pendientes. Después de un terrible ciclo mundialista que culminó con el muy sonado, pero aún irresuelto, fracaso en Qatar, el equipo mexicano tenía la obligación de ganar, gustar y hasta golear; los rivales con los que se enfrentó, parecían pintados para dar el golpe de autoridad que tanta falta le hace al seleccionado. Pero la década de los 90 hace mucho tiempo que terminó; aquellos partidos en los que les pasaba por encima a los equipos caribeños y los delanteros anotaban más de dos, tres, cuatro y hasta siete goles en un partido, solo es un recuerdo.
Cuando entonces se miraba hacia el futuro, se colocaba a la selección mexicana jugando su clasificación en Sudamérica, en Conmebol, donde realmente habría competencia, se le veía a México calificando a Copas del Mundo por debajo de Argentina y Brasil. En el presente la realidad es otra y no solo por el gastado discurso del avance de los rivales de la zona; se sufre contra rivales de Concacaf, hasta en casa, por el hecho de que nuestro fútbol desaceleró e incluso paró su crecimiento, en lo deportivo, porque la liga mexicana sigue siendo una de las más importantes, económicamente hablando, del continente.
En el Estadio Azteca se escucho a una parcialidad de los asistentes hacer fuertes reclamos, a modo de abucheo cada que tocaban el balón, en contra de elementos específicos del conjunto mexicano; sin duda, los señalados no son los únicos responsables del mal momento por el que transita la el equipo, la responsabilidad es compartida, desde los directivos, los empresarios, cuerpo técnico y jugadores, pero se han identificado desde la afición a los elementos que más respaldo tienen, más allá de su talento futbolístico. Jugadores que han hecho de la selección su fortín, su trampolín y su red de seguridad cuando su rendimiento disminuye en su club.
Fue el portero de la selección, el jugador que más reclamos recibió; sí, el de los cinco mundiales, tres como titular; el único arquero mexicano que ha jugado en Europa; el que le sacó un cabezazo a Neymar, el que detuvo un penal a Lewandowski. Pero también el más goleado en cada una de las ligas que ha participado. Los aficionados protestan su convocatoria a eternidad y el respaldo con el que cuenta por parte de televisora, promotores, patrocinadores y demás factores extra cancha que le mantienen en su puesto.
Salir de la crisis en la que se encuentra el fútbol mexicano en todas sus ramas y divisiones, no parece realizable a corto plazo; la soluciones que se pretenden desde la Federación, si esta aún tiene algún poder de decisión, no tendrán el efecto inmediato y casi mágico que se espera. Ha sido un deterioro por años el que ha sufrido el balompié profesional en nuestro país, y no es por abandono, al contrario, la sobre explotación del producto, ha llevado a inflarlo mediáticamente de tal manea que se siga consumiendo. Pero la realidad es que la calidad de éste, no es acorde a los números que se arrojan en los números que arrojan las finanzas de los jugadores, equipos y liga.
Habrá que preguntarse si realmente existe esta abundancia en los ingresos de los involucrados en el fútbol nacional, hay una razón económica por la que se eliminó el descenso, por la que se prefiere gastar poco en contrataciones extranjeras sobre invertir desde fuerzas básicas en jugadores jóvenes; un motivo financiero para que siga el discurso por parte de los empresarios de que es necesario cuidar sus inversiones, sin importar que se tengan que cambiar las reglas de competencia.
El próximo Mundial de 2026, del que México será coanfitrión, empezará a desnudar todas las falencias que han hecho que la liga local y su fútbol estén sostenidos por hilos muy frágiles y cada vez más visibles. La multipropiedad, el sistema de competencia tan solapador y cada una de las modificaciones que se han hecho en beneficio de los empresarios, sin tomar en cuenta el daño que se le hace al deporte. Pero eso es lo que ya sabemos, faltará seguir destapando las carencias, por ejemplo de un laboratorio especializado en dopaje que se requiere en un Mundial; había uno, pero se cerró por su alto costo operativo, es decir: los empresarios perdían dinero.