UFC 42 fue la última vez que la promotora más importante del MMA pisara el entonces American Airlines Arena, que hasta el martes pasado no tenía nombre comercial. En esa ocasión solo 6,700 aficionados se dieron cita para ver a uno de los nombres más importantes en la historia del peso welter, Matt Hughes, defendiendo ante Sean Sherk el cetro de 170 libras.
Ante esto, la promotora decidió no regresar. En los años que han pasado la ciudad se ha vuelto un centro importante del deporte a nivel mundial. Llegaría el crecimiento de American Top Team, la base estadounidense del original Brazilian Top Team, gimnasio que hoy ha ganado cinturones en todas las promociones mayores del deporte a nivel mundial.
También llegaría la rivalidad con los entonces Blackzillians, el equipo que inició el ex monarca semicompleto Rashad Evans junto a una marca de ropa y hoy se ha convertido en Kill Cliff FC. Rivalidad tan dura que daría para hacer una temporada de The Ultimate FIghter entre ambos gimnasios.
Florida también fue el estado que vio renacer al UFC durante el inicio de la pandemia, siendo Jacksonville la sede del primer evento de esta etapa en mayo de 2020. Pero aún cuando el octágono visitaba Orlando, Tampa, Sunrise, Hollywood, no llegaba el regreso a Miami.
Hoy la vuelta se hizo a los pies del anuncio de la compañía madre del UFC, Endeavor, y su compra de la WWE, formando una nueva compañía pública entre ambas.
En una cartelera repleta de hispanos el primero en subir fue la gran promesa de Chile, Ignacio Bahamondes. Con solo 25 años de edad ya cumple varios de ellos entrenando en Chicago de la mano del entrenador mexicano Mike Valle y como compañero de la excampeona gallo Julianna Peña y el campeón interino pluma Yair Rodríguez.
El año fuera de actividad se notó para bien y mal, con nuevas armas pero con óxido, más aún con un nuevo oponente, Trey Ogden, que tomó la pelea apenas hace dos semanas y no parecía en absoluto en estilos a su rival original. No hubo finalización y el público reclamó, pero todo es bueno para Bahamondes quien dominó y se llevó su tercera pelea en fila y su primera victoria en 14 meses.
Hija de nayaritas, Cynthia Calvillo se medía a Lupita ‘Loopy’ Godínez. Originaria de Aguascalientes, su familia se mudó a Vancouver por temas de seguridad donde ella se convirtió en peleadora profesional y sus hermanas Karla y Ana en esperanzas de medalla para Canadá en la lucha olímpica.
No fue la pelea que encendería la noche, de nuevo llegando a las tarjetas en una cerrada decisión, pero el daño es el rey y ‘Loopy’ se llevó la decisión dividida para su cuarta victoria en UFC.
Tras una épica contienda entre Kelvin Gastelum y Chris Curtis, donde el hijo de mexicanos se llevó su primera victoria en dos años, todo cambió. Antes del inicio de las peleas estelares en una escena del imaginario estadounidense, Kid Rock y el ex presidente Donald Trump hicieron su aparición para sentarse junto al octágono, tomando lugar al lado de Mike Tyson y con los hijos de Trump, Don Jr. y Eric muy cerca. Los gritos de “USA! USA!” hacían recordar que estábamos en un estado duro republicano y la base de Trump fuera de Nueva York.
Pero en una dicotomía total, el público daba la mejor ovación hasta el momento al hijo de mexicanos Raúl Rosas, quien salía a la jaula con un sombrero de mariachi y las notas de “El Mariachi Loco” y el claro favorito con los gritos de “Sí se puede!” en la grada…pero no se pudo. El peleador más joven del UFC, el que con tanta confianza decía que podía hoy vencer al campeón, fue derrotado por otro prospecto méxico-estadounidense como él, pero de más bajo perfil, Christian Rodríguez, quien había fallado en la báscula pero dominaba dos de tres rounds para quitar el invicto a Rosas y lograr su segunda victoria en el UFC.
El tenor seguía igual con Santiago Ponzinibbio con su cuarta derrota en seis peleas al ser noqueado por Kevin Holland. Un gancho de izquierda lo mandaba de boca a la lona, despertando con la seguidilla de Holland para reclamar una clara detención ante un enardecido público, que aún tendría más.
Uno de los grandes prospectos del UFC es el méxico-estadounidense Adrián Yañez. Magnético, poderoso, finalizador. El tejano lo tiene todo y era hora de darle una oportunidad importante, pero el tren saldría de las vías ante Rob Font, quien con una inteligente pelea de jabs, collares de Muay Thai y rectos, lo dormía en la lona.
Llegaría el momento más eléctrico de la noche. Bajo las notas del tema de “Scarface” llegaba el hombre que puso al MMA de Miami en el mapa. Jorge Masvidal hacía su llegada para finalmente pelear en su ciudad natal en su pelea 52 como profesional. La ovación que recibía, y la rechifla de su oponente Gilbert Burns, quien ha hecho de Miami su casa por años, dejaba claro quién era la estrella de la noche aunque aún faltaba una pelea de campeonato.
Se podría escribir una novela de la pelea coestelar. Masvidal habia dicho por semanas que no tenía miedo en absoluto de las manos de Gilbert Burns y lo dejó claro en el primer round, siendo largo y conectando con poder, pero Burns también era efectivo. En el segundo esto obligaba a Burns a luchar y buscar llevar la pelea a su terreno en el piso, azotando a Masvidal pero no podía avanzar mucho, la gran pelea del round era Masvidal buscando ponerse de pie y no Burns encontrando una manera de finalizar. Cuando por fin lo hizo, la arena explotó en una de las ovaciones más grandes de la noche.
Masvidal sabía que tenía que terminar y buscaría hacerlo en contragolpe en el tercero. Le cedería la iniciativo a Burns y se pondría a cazar la cabeza, con 20,000 personas gritando en cada conexión por ligera que fuera. Era un un duelo del viejo oeste y cuando el brasileño sintió que podía perderlo fue al cuerpo y al clinch, causando que cada alma abucheara en unísono. Sería todo. Masvidal perdía la ocasión de robarse la oportunidad de la pelea de campeonato ante Leon Edwards y Burns conseguía otra victoria sólida en una gran carrera a la que solo le falta el cinturón del UFC.
Como lo había dicho en la semana, Jorge Masvidal anunciaría su retiro tras la derrota. Pero en el retiro más a modo del UFC actual el peleador de herencia cubana y peruana haría una remembranza de su carrera, de lo que quiere ser tras más de 50 contiendas y luego convertiría su momento en un rally político, celebrando a Donald Trump y pidiendo al público que lo siguiera con el cántico “Let’s go, Brandon!”, aquel grito que nació de una carrera de NASCAR y que la derecha americana utiliza para insultar al actual presidente Joe Biden.
El momento de la estelar estaba aquí. Dos de los mejores kickboxers de su época ahora buscaban cerrar una de las “rivalidades” más extrañas del deporte de combate. Doble campeón en Glory kickboxing y un talento generacional, Alex Pereira había marcado una parte importante de su carrera en ese deporte venciendo en 2016 por decisión y en 2017 por nocaut a Israel Adesanya, quien haría la transición al MMA y se convertiría en campeón invicto del UFC en 17 peleas profesionales y solo siete en el UFC.
Pereira lo perseguiría y rompería la marca. En tan solo cuatro peleas estaba en el UFC, en tan solo siete peleas volvía a noquear a Adesanya y se coronaba campeón mediano del UFC. Seis meses después llegaba la revancha inmediata, la primera defensa de Pereira y la cuarta entrega entre ambos.
Así como Juan Manuel Márquez se sacudió el fantasma de Manny Pacquiao en su cuarta pelea, Adesanya haría lo mismo. Encerrado, enjaulado, complicado. El de Nigeria soltaba una derecha que dejaba a Pereira plano en el suelo. Ejemplo de resiliencia total, de no rendirse y de vengar un fantasma de más de siete años en su carrera para recuperar el cinturón del peso mediano y dejar claro que después de Anderson Silva, solo está su nombre en las 185 libras.
Un regreso a Miami emocionante, político, un mercado que regresa al UFC y una historia entre monarca qué, tan increíblemente como suena, apenas inicia tras cuatro peleas.