Dentro del marco de la final del Torneo Clausura 2023 en la que se enfrentan los equipos de Chivas y Tigres, se dio la anunciada reunión de dueños de los clubes de la Primera División del fútbol mexicano, en donde se hizo oficial lo anunciado; el paso a un costado del, hasta entonces presidente de la Federación Mexicana de Fútbol (FMF), Yon De Luisa, y la designación de su relevo, Juan Carlos Rodríguez, quien ha estado muy cerca de algunos procesos deportivos en el país, pero que es ligado también con una de las televisoras que tienen mayor injerencia en las decisiones que se toman alrededor del balompié nacional.
Mientras que De Luisa será el encargado de llevar a cabo los planes que se tengan con respecto a la realización del próximo Mundial en 2026, Rodríguez actuará como comisionado del fútbol mexicano, una nueva figura administrativa que no era vigente, pero que ahora se le da la tarea de mantener la estructura, aparentemente renovada a partir de esta reunión de los mandamases.
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La muy anunciada reunión, tocó los temas que tenían que tratarse en relación con el sistema de competencia y con la finalidad de evitar repetir el fracaso ocurrido en Qatar 2022 en los próximos mundiales; de acuerdo con el discurso la Liga MX es un certamen capaz de crear la competencia necesaria para que la selección mexicana pueda entregar mejores resultados a futuro.
Aunque los cambios que se propusieron y aprobaron por unanimidad, no parecen ir al fondo de los problemas serios que han arrojado los últimos ciclos mundialistas y que tienen que ver más con el manejo del negocio que es el fútbol mexicano, que con lo deportivo.
Así, por ejemplo, uno de los acuerdos tiene que ver con la acotación de los poderes que pueda tener un representante de futbolistas, algo que dista mucho de los objetivos futbolísticos dentro de un plan de desarrollo y que, le da importancia a un grupo de empresarios que se benefician a través de las transacciones por los jugadores; algo que tendría que ser regulado por un órgano de contraloría o fiscalización, resultó un tema primordial en una reunión que se esperaba para resolver temas más relacionados con el deporte.
En cuanto al repechaje, los dueños encontraron que sí es un negocio y que sería contraproducente, para los bolsillos, eliminarle de tajo, por lo que se planteó, y aprobó, una ligera modificación; el acceso a la repesca se recorrerá dos lugares hacia arriba y a la Liguilla de manera directa, dos lugares hacia abajo.
Es decir, del primer lugar al sexto tendrán un pase directo a cuartos de final, algo que se acerca a lo acostumbrado hasta antes de la pandemia, pero del séptimo al décimo jugarán una reclasificación que será denominada como Play-in; de alguna manera se acotó el gran premio que le resultaba al sembrado en la doceava posición, este semestre al treceavo, de poder competir por la corona del campeonato de fútbol mexicano, pero que no resuelve el déficit futbolístico en el que se encuentra la liga; en el Clausura 2023, por ejemplo, el décimo puesto se quedó a veinte puntos del primer lugar, el doble de diferencia. Si, de alguna manera la Liguilla con el formato antiguo permitía calificar al octavo con una pobre producción de alrededor de 24 unidades, en el actual formato, reformado, se sigue solapando la especulación, los equipos no requieren de triunfos para acceder a la fase final del torneo, con una calculadora bastaría. Un equipo que empate en 15 fechas y tenga solo dos triunfos, podría matemáticamente estar en la siguiente ronda.
Una de las claras deudas que tiene el fútbol mexicano es con sus jóvenes, la falta de espacios para desarrollarse ha frenado también el crecimiento de las selecciones nacionales en distintas categorías; ahora, tras la junta, se ha hecho aún más complicada la posibilidad de que los talentos menores de edad puedan emerger a Primera División desde temprana edad y poder tener proyección para que sean observados por clubes internacionales.
En México existe una competencia sub18, desde donde se podría dar el salto hacia el máximo circuito para reducir el promedio de edad en el que los jugadores llegan a la profesionalización; ahora se creará un torneo sub23, que se fusionará con la Liga de Ascenso, para que los jóvenes jugadores terminen de madurar previo al salto al primer equipo correspondiente. Esto se traduce en el aumento de la edad para debutar en primera, y en otra traba para que algún equipo extranjero pueda seleccionar algún talento emergente, se pagaría aún más por los años extra de formación en la categoría de plata del fútbol mexicano.
Los dueños del balón se contradicen en su discurso de querer tener un fútbol más competitivo cuando siguen limitando el desarrollo deportivo de manera orgánica, son los jóvenes el futuro del fútbol, y cada vez más equipos, en distintas ligas, apuntan a las nuevas generaciones para elevar la competencia, el fútbol mexicano parece ser la excepción; mientras no exista un beneficio económico para los clubes formadores, no habrá manera de que sean proyectados.
La muy anunciada reunión de dueños se quedó, de nuevo, corta ante las nuevas tendencias del fútbol internacional, sigue siendo el balompié mexicano un feudo que se pretende defender a cómo dé lugar, continuando con la priorización del negocio particular en contra del beneficio común.