La crisis por la que pasa el fútbol mexicano es difícil de ocultar. Después de un ciclo mundialista que concluyó con la peor participación de la selección nacional dentro de una Copa del Mundo en los últimos casi treinta años se siguieron dando pasos desacertados desde varios sectores del entorno del balompié nacional.
Fuera de tiempo, demasiado tarde, se presentó un reporte que no ofreció nada sobre los causantes del fiasco en Qatar; entre los involucrados se echaron las culpas sin asumir directamente una responsabilidad, tanto en la cancha, como en las oficinas de la selección. Cuando existe más de un responsable del actual estado del fútbol en México, el haber quedado fuera de los octavos de final representó solo la consecuencia de años de tener las prioridades confundidas.
Al concluir el Mundial del 2022, el equipo mexicano se quedó sin técnico, uno de los más costosos en la historia, y resultaba de suma importancia encontrar un sustituto de cara a los próximos compromisos de la zona de CONCACF; se esperaba que desde la presidencia de la FMF se propusieran las opciones del relevo, pero antes de que la Federación pudiera evaluar a los candidatos, un grupo de dueños impuso un comité formado por ellos mismos, para dar el visto bueno de todo lo referente a selecciones nacionales.
En un claro enroque de los intereses empresariales del fútbol mexicano, los dueños del balón hicieron a un lado la figura del presidente de la FMF, resulta tan obsoleto el puesto, que no se ve ninguna prisa por encontrar un candidato para la vacante. Pocos días después de la reconfiguración del organigrama y casi salido de la chistera, se designó a Diego Cocca como nuevo director técnico del equipo mayor, en un proceso vergonzoso del que Tigres terminó perjudicado y sin una disculpa por parte de la oficina descabezada de la FMF. La cercanía del entrenador argentino con el grupo dueño de los dos equipos en los que había dirigido en México, anteriores a los felinos de Nuevo León, parece ser un argumento político para su elección; el bicampeonato, el deportivo.
Con la inevitable tormenta, se empezaron a sacar los paraguas, algunos antes de tiempo; Alejandro Iraragorri dio una inexplicable conferencia de prensa en la que se desmarcó de los señalamientos de ser una alta influencia en las decisiones referentes al destino del fútbol mexicano, cuando las constantes evidencias le contradicen. Recién adquirió Grupo Orlegi al conjunto de Atlas se eliminó el descenso, como red de seguridad para la nueva inversión, deportivamente lograron un bicampeonato, con cierto impulso dado por tres puntos ganados en la mesa contra América.
En el alegato de Irraragorri se empezó con un discurso, ahora repetido por otros dueños referente a las maneras en las que el balompié nacional resulta poco atractivo para los nuevos inversionistas; de cómo el descenso aleja a las audiencias fuera de nuestro territorio, que son las que empiezan a pesar más pues pagan en dólares, que los aficionados de nuestro lado de la frontera. Argumentos que sirvieron como preámbulo para defender la multipropiedad, de la que es participe y que parece que no va a desaparecer en un corto plazo a pesar de ser mandato de FIFA.
Este mismo discurso, o uno muy parecido, repitió ante varios colegas periodistas deportivos en una comida en las oficinas presidenciales de TV Azteca, el dueño de Mazatlán, de un porcentaje de Grupo Orlegi y con participación en Puebla; en la reunión, Ricardo Salinas Pliego, sugirió que lo mejor para el fútbol mexicano era la eliminación del descenso, por las mismas razones empresariales; que la recalificación continúe, a pesar de ser un retroceso deportivo que solapa la mediocridad de algunos equipos que ven una salvación de la temporada al llegar a ese partido previo a los cuartos de final. Al presidente de Grupo Salinas le gustaría que la selección mexicana llegara a jugar con cinco naturalizados, lo que significa traer más jugadores extranjeros que ocupen un posible lugar de un formado en México, pero el negocio en las transferencias de jugadores es millonario.
Los empresarios del fútbol están dando un mensaje claro, pero equivocado; cada vez que encuentran cierta oposición deportiva a sus intereses comerciales cambian las reglas para beneficiarse. Cuando sabemos que todas estas decisiones que se han tomado en la liga y en la federación, han sido perjudiciales para nuestro fútbol.