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La victoria que la selección mexicana necesitaba para revertir el marcador de dos goles en contra frente a Honduras llegó de manera agónica y llena de polémica. Para los hondureños no fue un partido justo, en el calor de las opiniones podrían argumentar que México necesitó un empujón extra, que su fútbol no le alcanzó para arrollar, como debía ser, a su rival en el Estadio Azteca, con una asistencia más que favorable para hacer sentir una presión extra cancha que pudiera conjuntarse con la que se tenía que imprimir dentro del terreno de juego.
Los primeros minutos y casi durante todo el primer tiempo, el Tricolor presionaba en cada rincón de la cancha, si Honduras quería salir con balón controlado, el equipo mexicano llegaba hasta la zona de definición para apretar la salida catracha y poder hacerse del balón cerca de la portería rival, pero México sufrió de la falta de ideas que le acompaño a Tegucigalpa y que, en el Estadio Azteca, intentó pasar desapercibida por el marco en el que se dio el partido, mucho apoyo, altos decibeles y hasta el grito de los castigos, ya en momentos de desesperación , cuando parecía que el tiempo no alcanzaría, y el portero hondureño, Edrick Menjívar, se tomaba más segundos de los permitidos para realizar cada saque de meta o despeje por falta a su favor.
El peor enemigo de la selección nacional el martes en el Estadio Azteca fue el tiempo, parecía que no alcanzaría a anotar los goles necesarios para poder calificar de manera directa a la Copa América, además de ganar el pase a semifinales de la Liga de Naciones de Concacaf, que sería otro torneo sin ningún chiste, de no ser porque, esta vez, otorgó los lugares para un torneo continental en el que las dos confederaciones de fútbol en el continente americano, puedan participar en la competencia futbolística más antigua del mundo.
A pesar del claro dominio en posesión, en el ánimo e ímpetu, el equipo mexicano no encontraba la manera de hacer daño a la portería hondureña, que estuvo defendida con capa y espada casi por los once jugadores cada vez que México atacaba y que encontró en su portero al hombre más destacado y comprometido con mantener su portería sin goles en contra.
Honduras hizo lo que tenía que hacer, aguantó lo más posible el marcador en ceros y estuvo a punto de liquidar el partido, y la serie, con las dos aproximaciones más claras en todo el partido; Palma abanicó un remate de frente a una portería mexicana desprotegida y Malagón se vistió de héroe al bloquear un cabezazo del Lozano catracho también a pocos metros de la línea de gol.
Los elementos del equipo mexicano sacaron el carácter que no se vio en Tegucigalpa, mientras en la capital hondureña parecía un equipo con miedo y sin rumbo, en el Estadio Azteca se sintió el cambio de actitud y enfrentaron el encuentro con la seriedad y compromiso que se esperaba, un partido antes; pero la idea futbolística tardó en llegar, si es que en algún momento volvió, en este deporte no basta con tener la posesión del balón si de los casi cuarenta ataques que el equipo mexicano organizó contra la portería rival, solo dos terminaron en gol y en momentos en los que el tiempo del partido se extendió al grado de dar la impresión que el partido no terminaría hasta que se consiguiera el pase de México.
La realidad es que el tiempo efectivo de juego fue escaso, Honduras manejó los tiempos del partido para que cada vez que tenía que despejar o jugar desde la pelota parada, se tardaran lo suficiente para jugar con la desesperación del local. Así, de los nueve minutos que se agregaron al final del segundo tiempo, solo hubo tres minutos efectivos de juego, es decir, más de siete minutos en ese tiempo agregado se perdieron en la entrada del cuerpo médico catracho para revisar a su portero y a Palma, lo que justifica reglamentariamente que se añadan minutos al tiempo previamente alargado por el árbitro.
Esta selección mexicana debe estar preocupada por su falta de ideas, todo el sufrimiento que se vivió en la capital mexicana se pudo evitar si en Honduras se hubiera presentado un mejor juego individual y de conjunto; también en el partido de vuelta hubo una falta de imaginación dentro del terreno de juego que propició el nerviosismo con el que algunos jugadores entraron a la cancha, de titulares o suplentes; definiciones que en cualquier partido de la Liga MX parecerían de trámite, fueron fallas de frente al portero catracho, provocadas por la falta de confianza y seguridad que, faltando escasos minutos de juego, se presentaron para más de un atacante mexicano.
Mucho para trabajar de aquí a la próxima Fecha FIFA, en diciembre contra Colombia, pero sobre todo, para enfrentar en marzo el Final Four de la Liga de Naciones y, en verano, la Copa América.