El final de temporada de Loki es lo mejor que hemos visto en el MCU en mucho tiempo. Loki se volvió un Loktree. Después de hacer el mejor homenaje a Groundhog Day, Loki por fin entendió que, para cambiar el resultado que tenía previsto Kang, tendría que hacer las cosas diferentes. En vez de expandir el telar temporal, lo destruye y, gracias a su fuerza y magia de dios, amarra y da vida a todas las ramas temporales.
Con Loki al centro sosteniendo las ramas, se forma una figura similar a la de Yggdrasil, el árbol de la vida de la mitología nórdica. Loki pasó de ser el dios de las trampas, trucos, travesuras y mentiras a ser el nuevo dios del tiempo que, como Atlas, sostiene sobre sus hombros no sólo un mundo, sino mundos infinitos.
En el primer capítulo Loki estaba seguro de que su meta era tener un propósito glorioso; en el último, demostró que esto era cierto.
El final de la segunda temporada de Loki parece ser no sólo un final de la serie, sino posiblemente un final para el personaje en el MCU. Sí, existen todavía otras variantes de Loki, infinitas, pero ésta, la que conocimos como una variante que escapó de un 2012 alterno tras robar el Tesseract por culpa de la intervención de Hulk, tiene su nuevo propósito inamovible: sostener todas las ramas temporales y sentarse ahí, en su trono fuera del tiempo, como el dios que siempre anheló ser.
Puede que revisitemos a este Loki particular, pero lo más probable es que sea sólo un cameo o una visita obligada en busca de sabiduría o conocimiento y no como un personaje protagónico nuevamente.